Dicen las malas lenguas que el Rioja es el vino de Galicia, y no les falta razón, al menos si me paro a pensar en mis amigos y conocidos. No exagero si afirmo que mis compadres y comadres no pasan actualmente de La Montesa, Campillo, Ramón Bilbao, Azpilicueta (disculpen la propaganda) y algún que otro ribeiro, albariño, godello, mencia y ribera del Duero. No esperen a continuación un discurso nacionalista, aunque no estaría de más recordarles que a día de hoy disponemos de excelentes blancos y tintos gallegos (incluso de algún cava) en el Ribeiro, Rías Baixas, Ribeira Sacra, Valdeorras y Monterrei. Como en el conjunto de España gozamos, en cuanto a vinos, de la mejor relación calidad precio a nivel mundial. De ahí que me resulte difícil entender la falta de curiosidad de la gente, sobre todo de aquellas personas con estudios y mentalidad abierta. Sí, ya sé que en cuestión de gustos es inútil pontificar, pero dado mi carácter omnívoro, en literatura, comidas, vinos, música, cine (y no sigo, porque es en casi todo y la lista sería interminable), no consigo entender ese conservadurismo que se conforma con tan poco. Ya saben que no peco de optimista, pero negarse a catar la pluralidad de sabores que nos oferta la vida me parece cuando menos algo muy poco inteligente, y se lo dice alguien que en la actualidad dispone de escasos recursos económicos, pero que trata de gastarlos con sensatez y provecho.
Esta tarde apacible de final de otoño disfruté con la lectura de un libro colectivo dedicado a Moby Dick, la desmesurada y delirante novela de Herman Melville. ¡Oh, la sempiterna ballena blanca que perseguimos sin descanso! La alegría de la lectura me condujo a mi sitio preferido de vinos, aquel que me permite descubrir aromas y sabores nuevos y distintos. Apunten, si quieren, claro: “Cabras Pintás” (cuentan en los créditos de la botella que el nombre es el de un importante yacimiento arqueológico neolítico -pinturas rupestres esquemáticas- del valle delas Batuecas), un tinto de la Sierra de Salamanca a base de rufete, tempranillo y garnacha; “Pardusco” (parece que así se denominaban a los primeros vinos tintos portugueses que se exportaron a Inglaterra en el siglo XIV), un tinto ligero de Melgaço (Portugal; na raia, en fronte a nós), elaborado con merenzao, caíño y loureiro; “Dominio del Bendito”, un tinta de Toro de 16º.
Sigan con salud