Ignoro por qué escribo, por qué hablo, por qué intento comunicarme con mis semejantes cuando sé que habito en una Babel en la que nadie –y me incluyo- quiere escuchar nada de nada, salvo su propia voz que cada vez grita más fuerte: “-Cállate y hazme caso a mí y sólo a mí”. Patrick Leigh Fermor, una especie de aventurero y vividor inglés, un pies ligeros que en 1933, a los 18 años, caminó desde Holanda a Estambul, un parlanchín entretenido e inagotable, escribió en la década de los cincuenta del pasado siglo un pequeño libro en el que relató las experiencias que vivió en tres abadías francesas y en los monasterios abandonados de la Capadocia. Lo tituló “Un tiempo para callar”. ¡Aquel trueno!, que diría don Antonio Machado. No voy ahora a contaros que me acojo a una vida interior de la que carezco y en la que no creo, pero permitidme que lo haga al título del libro de Fermor. Seguid todos bien.
Silencio, por favor
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