(Sin título)
«-Santiago no es una ciudad; es un sepulcro». Me decías que nadie había definido mejor la esencia de la ciudad que la joven Rosalía en aquella carta que escribió, en diciembre de 1861, recién llegada de Madrid, a su esposo Manuel Murguía, y me lo decías mirándome fijamente con aquellos ojitos entreabiertos y tristes y a continuación te perdías en una de tus disquisiciones preferidas, sobre cómo es posible descubrir qué es una ciudad, si cuando la ves por primera vez o luego de haber fatigado sus calles, plazas, edificios, monumentos, negocios y gentes, que si Berger que si Benjamin, y cuando tú mismo te agotabas de ti mismo y ponías fin al circunloquio me obsequiabas con tu sonrisa para robarme la mía y me cantabas: «My brown eyed girl, / You my brown eyed girl / Do you remember when we used to sing, / Sha la la la la la la la la la la te da». Lo recuerdo, te recuerdo ahora, esta noche, mientras conduzco por la autopista que circunvala la ciudad y suena la canción de Van Morrison. Sí, he vuelto a Compostela después de más de veinte años, como tú me dijiste que lo hiciera: «-Hazlo un domingo de invierno, al caer la noche. Procura que sea en una fecha en que la ciudad esté libre de festejos o celebraciones, Navidades o Jacobeos. Y busca alojamiento en el extrarradio». Ya ves que te he hecho caso y aquí estoy, a punto de entrar en Compostela y hablando con un muerto.
Fai anos, cando lin a carta de Rosalía e descubrín a frase coa que se inicia o texto anterior, comecei a escribir algo así como un apunte do que daquela pensei que podería ser un relato e que ata o momento quedou así, sen título nin continuación. Ven a conto porque o Consello da Cultura Galega acaba de publicar na súa páxina web, na sección de epistolarios, as cartas que se coñecen ata o momento de Rosalia de Castro, unha escritora dona dunha voz, en galego e castelán, que a min sóame moi contemporánea. As cartas, escritas en castelán, o idioma que empregaba o matrimonio na súa intimidade e na vida familiar e social, paga a pena lelas, aínda que Borges, que consideraba a Rosalía unha das honrosas excepcións do pobre e tardío romanticismo español, dixera, tan burlón el sempre, que na súa obra «la expresión más alta se encuentra en su idioma natal y no en el dialecto académico todavía hoy de moda».
Deixo o enlace ao epistolario:
http://epistolarios.consellodacultura.org/rosalia.php