A dónde va “elcercano” ni se sabe, nunca lo tuvimos demasiado claro, porque la verdad el deseo se confunde con la realidad, y cuando uno está optimista ve la necesidad que cubre este espacio singular y le augura el mejor futuro, pero cuando el ánimo está bajo porque la expectativa no se cumple acude la duda para buscar solución al impasse que vivimos. Así no descartamos ninguna posibilidad hasta, incluso, la de traspasar esta inversión en el local a quien la quiera valorar en su justa medida y teniendo en cuenta la amortización de la misma; porque somos realistas y comedidos en la pretensión, pero aquí hay mucha miga que amasar todavía. No sabemos ciertamente a donde vamos, entre otras cosas porque el río no es el mismo cada día y las circunstancias varían, pero es posible que volvamos a nuestros orígenes, es decir, a cerrar el Café y convertirnos en Club para los cercanos y demás sensibilidades afines; son los gastos que hay que reducir lo que obliga. Cualquiera que tenga una tienda conoce lo que digo. Suben los gastos y los ingresos se congelan, nos fríen a obligaciones de leyes que en su día crearon algunos sinvergüenzas que cruzan puertas giratorias, y así, siempre falazmente en defensa de causas nobles, protecciones de datos, alarmas contra la inseguridad que no se condena, protecciones de riesgos laborales, salarios mínimos cuando es mínimo el ingreso, revisión de extintores, mantenimiento informático, la luz, el impuesto del agua y la basura, limpieza, la asesoría laboral, fiscal y contable porque aquí hay que entregarse a un profesional se quiera o no se quiera, un sin fin de fuerzas que tiran para abajo, determinan la salvación u ocaso de una empresa. Pues así estamos deliberando si en septiembre ya no habrá cafetera que limpiar sino cafetera de monedas, si en lugar de neveras industriales que consumen energía a tope pondremos esas máquinas de refresco y, tal vez, incluso de vino si las hubiera, pero todo ello está por venir y “adepende” que diría un tío mío.
Pero hoy hago esta reflexión acompañada de anuncio público de intenciones porque encuentro una foto que me recuerda de dónde venimos. Venimos de un piso donde se gestó una idea de hace más de 17 años, que se basa en la creación de un lugar donde encontrarse las personas con ciertas inquietudes por compartir conversación y experiencias no multitudinarias, por darle juego a la cultura sin profesar militancia política ni subvención pública ad hoc. Un lugar donde los comunes que no comulgan con piedras de molino ni someten su criterio a lo que les cuenta el primer medio de comunicación que pasa por su puerta, que buscan ‘otra cosa’ para decir y escuchar libremente y producir debate desinteresado de las cadenas actuales, pues con esas buenas intenciones, incumplidas en ocasiones por un mal saber hacer derivado de la capacidad limitada del que agita este espacio, aunque nunca por mala voluntad e intencionadamente, con el deseo de que la inteligencia artificial nos someta a su imperio sin ofrecer resistencia, pues de todo eso venimos. La fotografía nos muestra el salón donde comenzó todo, suficiente para entonces pero que quedó pequeño, por lo que dimos el paso de trasladarnos a un bajo donde el Café estaba al servicio de la idea, cual lema que nos dio el amigo Alfonso Armada. Lo intentamos mantener con personal y sin ganancia, pasamos la pandemia resistiendo la ausencia obligada de los clientes, volvimos a abrir con horarios limitados, es verdad, pero a costa de perder dinero, y, por todo ello, llegamos al primer párrafo, pensando en regresar a la esencia de elcercano haciendo cosas por los cercanos y no el resto. En fin, ya veremos.