Salidas. Llegadas. Caras distintas. Serias. Alegres.Tristes. Impacientes. Parejas, familias, solitarios, ejecutivos, currantes en otros lugares. Móviles adheridos a las manos, ¡oh, Dios! un libro, un buen salvaje metido en este lío. Las pantallas gigantes informativas como faros que guían. Las pantallas minúsculas que no dejan levantar la mirada a los que coinciden en la espera. En las cintas de “llegadas” se agolpan personas que esperan la llegada de los que regresan. Esto abajo. Arriba son las despedidas, que no tienen compañía, tal es la rutina que ha acabado con ella. No hay ningún Tom Hank a la vista. Cietos de personas. Alguna carrera. Más normal es un paso lento. Nacionalidades varias. Asiáticos, africanos, occidentales, todos se mezclan. Un puño de alguien se levanta como saludo a alguien que llega. Maletas sobre ruedas. De cabina. Carros llenos de ellas. Pi, pi, pi, el pitido del billete digitalizado al pasar por su lector. Ya no hay quien lo selle. París, Londres, París, Toulouse, e infinidad de marcas de ciudades en el tablero. Pelos cortos, de canas, o colores. Auriculares aislantes del paisaje en los oídos de lobos esteparios. No se ven comandantes, azafatas ni otro personal de las aerolíneas. Los uniformes brillan como fantasmas de ausencia. Lenguas diferentes que no traduce el S24 de Samsung. Inglés, francés, alemán, español, etc. Un hijo, un padre, el sobrino y el tío, la pareja, el amigo, incluso el grupo de todo un equipo deportivo. Gorras, pantalones pitillo, una falda o dos, abrigos, cazadoras de plumas para el frío, Todo muy entretenido. Se podría escribir incluso un artículo enumerando las cosas que has visto en la espera de un vuelo y has ido anotando, y si viene un retraso puede incluso escribirse un libro.
- Sección: Noticias
- Publicado el 9 marzo 2024
- Por Moncho
La terminal
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