Antes de comentar un tiempo de Liceo, tengo que apelar a la amistad que me regala hoy dos libros; los dos amigos que me han sorprendido hoy trayéndome literatura saben que es lo que más aprecio, y así la “Obra completa de Séneca” y “Orwel el periodista” han pasado ya a ser libros muy estimados de mi pequeña biblioteca; pero, por encima incluso de la admiración que siento por los dos escritores, es el gesto cariñoso, que no responde a cumplimentar una fecha concreta u onomástica que se precie, lo que más celebro. El que alguien piense en uno cuando no estáis juntos, por ejemplo al elegir un libro para regalar, es tan reconfortante como pensar uno en ellos y sentirlos cerca.
Pero también la amistad fue la causa de allegarme hoy al Liceo de Ourense, un palacio de recuerdos de niñez con el que puse distancia por mi propio proyecto. Sólo la amistad que tengo con Alberto Cacharrón venció mi pereza de pisar este suelo palaciego. Precisamente esta misma tarde conversaba sobre la supervivencia de El Liceo con un buen amigo. al igual que la sjupervivencia del propio Elcercano, cuyo futuro no veo a largo plazo. Si no lo veo para elcercano, por razones de menor participación y compromiso de alguna gente que nos acompañaba antes en el intento de ofrecer un espacio alternativo de comunicación y cultura en Ourense, pese a la cuota de 9€/mes mantenida sin subir desde hace seis años, cómo pronosticar mejor fin para El Liceo con cuota de 39€/mes, cuando los socios mayoritariamente son de edad longeva y no tienen relevo. Porque no crean ustedes que todos los que presentan, hacen foros, fotos y se aprovechan de los espacios abiertos al hecho cultural, contribuyen económicamente, que va, y así, así no hay quien viva ni pueda. Pues sí, fui al Liceo a la presentación de un libro de Alberto Cacharrón sobre el Camino de Santiago, editado por Teófilo, que petó el salón noble; ahora me explico por qué Alberto no pensó en su querido elcerccano y fichó por El Liceo para esta presentación; además de que había política por medio, otro argumento más para comprender mejor a Alberto en su elección. Me gustaron, por breves, las intervenciones de Luis Menor y Elena Rivo, a mayores de la del propio Alberto, pero la de Teófilo no, porque los vendedores me gustan sin demasiado disfraz y además los minutos vendiendo esa su propia sensibilidad, con discurso que no tenía nada que ver con el libro, fueron tantos como la suma de los tres restantes. El protagonismo debe ser contenido, a mi modo de ver. Por lo demás, todo bien.