Son los ruidos, es la gente que se concentra en sus calles para comer y beber, son olores de tuberías gastadas por el tiempo, orines de medianoche y soledades matutinas que ahogan. Demasiadas cosas para querer vivir entre esas piedras que vieron las calles nacer. Ahora, al parecer, han cerrado recientemente algún pub que lleva años dando brasa de watios a quienes estoicamente no huyó de su casa, bien por resiliencia, bien porque no tiene otra, bien porque no le salió de las pelotas tener que abandonar lo suyo porque lo abandonasen los guardianes de la ley. El problema de conciliación es tremendo, tanto, que lleva lustros sin resolverse. No es fácil decirle a alguien que no levante la voz después de haberse metido entre pecho y espalda media botella de vino, no digamos si es un joven lleno de cubatas a altas horas de la noche, porque además te la juegas, pero debieran hacerlo de una vez y no esperar a que mañana sea peor. No se trata de fichar a Bukele para limpiar de macarras y pegadores abusones las calles nocturnas, pero sí vigilar que nadie se sobrepase con nadie. El orden y la ley, cuando se trata de violentarla, no se deben andar con chiquitas, e imponerle por la fuerza, faltaría más. Aquí debían regular de alguna manera esta afluencia de gente a la marimorena, de fiesta y a los demás que les den, que no saben hacerla. Lo que no se dan cuenta, porque ellos cuando acaban se van a su casa donde nadie les despierta de la misma manera, con voces de la calle cuando no gritos de peleas, es de que hay otras personas que necesitan ese mismo tiempo, pero para dormir y descansar su cuerpo porque al día siguiente hay diana y toca faena. Habría que comenzar por regular las distancias entre bares de cualquier lugar, casi como ocurre con las farmacias, aunque aquí el medicamento es para que no se me agolpen, gente. Si además no se cuentan con medidas de seguridad apropiadas, pues a cerrar toca y vivir la vida menos ruidosa.
La foto es de Mani Moretón, que irá en el próximo libro que estamos acabando de hacer en elcercano y que será una bomba que nadie nos podrá arrebatar, no como otras, que hay mucho cleptómano suelto por Ourense.