Ayer devoré las últimas cien paginas que me quedaban de la novela de Alfonso Ussía, Vatio. Podría repetir lo de Ray Loriga en cuanto a que Alfonso “consigue trasladar de forma brillante al papel la emoción de lo vivido”, o lo que Montero Glez “que es de un realismo que te absorbe, que no te deja respiro…”, o algo que dijo María Fidalgo Casares, “Vatio es un relato certero e impecable, en el que la verosimilitud que desprende es tan escalofriante como la historia contada”. Pero, aparte de coincidir con los anteriores, diré que lo que sentí al leer Vatio fue una vuelta a los tiempos en que Malasaña era mi parque y el sitio de mi ocio durante algún año que hacía funambulismo sobre una cuerda que me sostuvo pero podría romper en cualquier momento. La historia narrada por Alfonso sobre su experiencia vivida durante unos años con Antonio Vega, me metió en el medio de la pelea por volver a sentir emociones superadas, pero que siempre están como células durmientes que despiertan cuando te metes en la historia tan bien contada de otros que si no coincidentes en el tiempo exacto se superponen como almas gemelas. Me encantó leer Vatio porque siendo novela me atrapó, cosa que no es fácil al tener un tanto marginado este género de mi tiempo lector. Volví a escuchar canciones y ver vídeos de Antonio Vega durante el fin de semana, que remató, como si me lo pusieran adrede, con una documental en ‘la 2’ sobre Enrique Urquijo que aparece en la novela con su desaparición de la vida en un portal de Malasaña. Gracias, Alfonso, por tu novela que además trajo tu amistad a nuestro cercano rincón en Ourense.
Sobre Vatio
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