No lo había leído pero si oído hablar de él, y muy bien, pero ha sido el amigo Janeiro quien este verano me empujó hacia este libro, que vaya por delante que no me defraudó lo más mínimo. Interesantísimo y ameno, sobre todo para aquellos que ya llevamos trecho caminado por ciertas historias que cuenta el autor sobre una época que vivimos con pasión y sobresaltos. Yo nunca cogí un adoquín del 68 ni del 75, cuestión que para algunos resulta un debe biográfico que para mí hasta me pinta ridículo. Sería el típico progre que vivía como dios a costa de sus padres y que en la universidad de una ciudad grande como la madrileña, como quiera que nadie sabe la verdad de nadie sino la verdad que cada uno construye en su ideario y cuenta, pues se pone una pinta de pobre y a proclamar el marxismo que no practica ni jamás practicará. Pero mola. Sobre todo si detrás en la Facultad viene gente cada día con mas ganas de admirar al héroe contra la dictadura, que ya no es tal sino estertor de la misma. Pues bien, hay que ver como encuentro ciertos paralelismos en la lectura de este libro con posturas actuales políticas o sociales, ya que las diferencias que tan bien muestra del Molino entre la España rural y la urbana, son parecidas a las actuales que se producen en los distintos barrios de cualquier ciudad, aún en las relativamente pequeñas como la nuestra. Donde esa discriminación casi natural que se produce con el éxodo del campo a la ciudad y que ahora reclama su pago pertinente, también se percibe en los barrios de mi ciudad cada vez más desiertos y abandonados respecto a dos calles comerciales y el Parque Temáticos de los Vinos que es muy bonito para visitar un rato pero no para vivir, tal como lo demuestra el hecho de que ni dios vive en ese casco viejo. Es curioso pero igualmente certero. En la España vacía podía mirarse el barrio vacío, y como último ejemplo de que la cosa va cada día peor si no activan planes inversos, pensemos en ADolfo Dominguez y su abandono de la tienda donde nació su historia en la avenida de la Habana por fijar su apuesta en la milla de oro. Ya veremos como resulta el cambio pero… de momento vacía nos han dejado la calle, tan vacía como el antiguo escaparate.