La noche de los sesenta y tantos ya no invita a salir, me refiero a la noche para los que en el sesenta y ocho éramos púberes y que, por tanto, hoy ya somos abuelos. Y no es que la luna no salga igual que entonces, ni que este reflejo de su luz sobre el agua del mar sea menos mágica aunque compita con las luces de la poblada costa turística; no, no se trata de que no haya ojos para apreciar la inmensa belleza del paisaje nocturno, ni que no haya oídos para escuchar buena música de jazz al aire libre y gratis como ha tocado hoy en el festival de jazz de Nigrán, donde el pianista Yago Vázquez, residente en Nueva York desde que en el 2008 fuese becado por The New School for Jazz Music, acompañado del japonés residente en Barcelona Masa Kamaguchi al contrabajo y el italiano Luca Santaniello a la batería, nos ofreció un concierto magnífico, de los que te hacen mirar al cielo y subir la escalera del espíritu.
A las doce de la noche acaba la fiesta, o sea, el jazz, y comienza la depre al mirar aquí y allá como se lo pasa la peña, todos a beber, gritar y formar corros suficientemente grandes como para seguir poniendo en riesgo la recuperación de la pandemia. Ni un policía, o siquiera vigilante sanitario que podrían haber creado para informar a esta peña, mucha de ella conformada por una juventud que ha pasado de primaria porque ya lo pueden hacer sin aprobar siquiera. La imagen es de pena, esos corros de botellón y canción borreguera pueblan el paseo de vuelta a casa, y uno piensa si es que ya se ha vuelto un puñetero cascarrabias o es que si los jovenzuelos vienen pisando los talones de los padres más imbéciles.
En fin, belleza y fealdad en un mismo minuto y lugar, es lo que nos queda y lo siento mucho, porque tengo nietos que si los padres no están alerta formarán el nuevo ejército que asusta solo imaginarlo. Los actos violentos de los últimos sucesos con jóvenes que se les da además por golpear hasta la muerte a cualquiera que no les entre por el rabillo del ojo derecho, conque no se corten y nos pongamos serios, serán cada día peores y más corrientes. Pues que sigan permitiéndolo los ineptos gobernantes que parece solo piensan en vivir como dioses sin darse cuenta que aquí ni dios escapa de la corriente, tarde o temprano.