Llega cuando ya no está el cliente. El cierre. Pero no llega ipso facto sino tras unas tareas últimas, silenciosas y que desloman cuando has cumplido la edad de jubilación. Pero no queda otra. ¿Quieres hacer cultura, comunicación?, pues a poner cafés, dar cervezas, vinos y recoger. El último momento tiene este gesto, reponer lo consumido, subes cascos vacíos y bajas otros, llenos, te agachas y colocas una detrás de otra las botellas. Es un momento de recogimiento, estás cascado por el día, y piensas si mereció la pena; el pequeño bajón se pasa al subirte del suelo donde rellenaste los lugares vacíos. Hoy hay muchos que nos venden su papel cultural como si de ellos pendiera el conocimiento cuando en muchos casos, no todos a dios gracias, lo que pende es el dinero público al que se han acostumbrado. Y dime de qué presumes y te diré de lo que careces. Ay, el momento de cierre, como una derrota del día, que no lo es pero lo parece, sobre todo cuando no hay participación en tu cultura libre y sin pasta que emputece. Buenas noches, ahora a dormir porque mañana hay que abrir el garito y aguantar toda la jornada frente al cliente como si fuera feliz.
La hora del cierre
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