Bueno, ayer nos dieron noticia de otra maniobra política; y es que esto no cesa, de maniobra en maniobra y tiro porque me toca. Es como si se tomaran a juego de la Oca la función política que, esa sí, es la que toca. La cuestión sale del mismo tablero que compraron en el inicio de este mandato municipal. Y de aquellos polvos estos lodos. No hay manera. Nunca se aceptó por los partidos que quedaron en la Oposición que Jácome saliera Alcalde, sobre todo cuando éste es una persona genuina y singular que difiere en gran parte de algunos compañeros de Corporación que responden al perfil anodino subyacente al puesto ‘a dedo’ del partido en el que milita. No entro si para bien o para mal, pero es incuestionable que el Alcalde es distinto, como lo fue su acceso, desde una campaña electoral basada en su persona y su popularidad entre buena parte de los ourensanos. En la operación política en la que se llevó el gato al agua como alcalde no vamos a entrar, porque ya se habló demasiado: que si los socialistas no apoyaron el derrocamiento de Baltar a cambio de la alcaldía a favor de Jácome que D.O. proponía, que si el PP sí lo hizo tras beneplácito de Santiago, que si patatín, patatán -lo fundamental son estos dos movimientos-. El caso que levantó este revoltijo que nos mantiene mareados a los vecinos debería haber dejado de ser caso, cuando lo dictaminó la Justicia. Pero no. Porque sí, cualquier cosa parece que pueda tener lugar sin que ya asombre al ciudadano normal. Que si hoy digo blanco, mañana digo negro, pasado verde o azul, nada es verdadero ni mentira sino depende del cristal conque se mire. Pues NO, ¡COÑO!, ya está bien de marearnos. Comprendo frustraciones, sobre todo cuando los aspirantes al poder son mediocres, comprendo ambiciones y codicias propias de la condición humana, pero ¡COÑO!, un mínimo de decoro, dignidad y vergüenza. No quiero atacar a nadie, pero creo que los que empezaron este dislate en que han convertido el Concello deberían terminar ya lo que empezaron, aceptando su derrota en la apuesta hecha. Aferrarse a una silla que cada día que pasa la pintan más fea, no habla en favor de quienes se aferran; primero, porque demuestran no saber perder, y, segundo, porque creerse imprescindibles en este caso es despreciar a otros compañeros que les seguían en las listas. No se puede seguir dando estos palos de ciego a la ya lastrada credibilidad política de nuestra ciudad. Construyan alternativas serenas y basadas en el mejor gobierno de la ciudad con medidas concretas y necesarias, que no con el único objetivo de un yoísmo que apesta.
¡Uf!, la política local
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