Todo lo demás era silencio (novela de Manuel Lorenzo)
Nuevo autor para viejo tema, tan antiguo como el vivo amor, tan antiguo como su propia pérdida, entre ellas la más traumática, la que ocurre cuando no hay esperanza de dar marcha atrás, de encontrarla, recuperarla, esa pérdida singular sin remedio de poder volverla a vivir de igual manera, tal como corresponde a dos personas concretas, única y simplemente porque la muerte es olvido, querámoslo o no.
Manuel de Lorenzo escribió esta historia de amor de forma tan sencilla como grande, tan grande cual profunda pena que causa en el lector el renglón del fatal diagnóstico que se barrunta páginas atrás. Es la honda tristeza que causa la pérdida del ser más querido, que además hunde aún más su aguijón de mortalidad al producirse antes de tiempo, ese que marca el reloj biológico del ciclo natural de la vida, pérdida insondable en un agujero negro en que entra el sentimiento de cualquier enamorado que queda huérfano de su amor. El dolor de la pérdida de un ser tan íntimamente querido hace que nos preguntemos si merece la pena ‘querer demasiado’, si compensa en tal caso asociar el adverbio al verbo.
Con estilo sencillo y lenguaje nada rebuscado nos conecta sentimentalmente con los protagonistas desde que comienza el tira y afloja del primer momento. El no héroe logra contra pronóstico su conquista por la única razón de la sinrazón del amor, porque el amor no solo vive de proezas novelescas sino por sí mismo, irrefrenables feromonas, que busca reproducirse incluso en las páginas de un libro donde sus protagonistas consiguen enamorarnos a sus lectores y amigos. Vidas ordinarias, urbanitas, donde unos geranios en el balcón desprenden algún olor de esperanza donde ésta ha perdido su nombre y su luz.