No sé a quien se le ocurrió la idea, pero está instalada ya como verdad, que el tercer lunes de enero sea considerado el día más triste del año; ayer lo fue, ese lunes, no sé si para alguno el día más triste del año, ojalá lo hubiera sido para mí y los que quiero, y de todo el mundo en general, que también lo quiero. Hoy, ya martes, vamos a centrarnos en un tema que va de redes mafiosas, redes de redes que nos atrapan en su redes, redes sociales que deciden dejar de ser simplemente plataformas para convertirse en la conciencia universal, en quienes deciden el porvenir de todos desde su Sillicon Valey, atalaya mínima de espacio físico pero máxima en fondos económicos que se calculan por encima de todo el continente africano. Estas empresas tecnológicas que deciden suprimir la liberta de expresión de según quien, nos ha metido un miedo en el cuerpo que para qué, pues si a un presidente de Estados Unidos le quitan la voz qué no nos quitarán a los individuos minúsculos que pululamos por el mundo a la búsqueda del Santo Grial si les hace falta. Nos alienado ya bastante creando necesidad en base a una fórmula falaz, cual era darnos un instrumento para hacer amigos y compartir opiniones libremente, al fin poder contar con la libertad de expresión propia de quien se conduce entre amigos, aunque sea eufemismo zukembergiano, pues ni siquiera muchas veces somos conocidos quienes estamos compartiendo el sustantivo. Nos atraparon con la mentira, que ellos mismos se dijeron a sí mismos, probablemente, pero como la codicia y ambición humana viene de suyo en nuestra condición, el que tiene más se deja llevar por esos vicios y nada le para para agrandar su presumible beneficio. A saber si cuando despierten del sueño, a través de otros jóvenes que no le dan al botellón todo el día y que con buenos cocos discurren desde cualquier otro garaje moderno una herramienta tecnológica que les pase por un carril nuevo y los dejen atrás, que puede suceder, o bien despierten con una neurona flotante que les queda de humanidad para sentir que no por mucho, cuando se pasa un límite de la comodidad más exigente, se es más feliz; fijémonos en tantos que precisamente el exceso los llevó a otro tipo de excesos con que dar sentido a su vida, porque el sentido no lo da el puto dinero sino otra cuestión intangible que llevamos dentro y que a veces tiene que ver, además de materia orgánica innata, con sentimientos humanos de lo más primitivo, o con el amor, por ejemplo, y en esto hay que ver con romanticismo cuántos darían lo que tienen por estar al lado de otra persona que al pasar le habla con tales feromonas que se hace irresistible. En fin, lo que quiero decir es que ¿para qué, tanto?; por mucho que Harari nos cuente sobre la amortalidad, que ya veremos si de conseguirse sería lo deseable, de momento vemos palmar todos los días a alguien, más o menos cercano, pero alguien, siempre alguien deja su sitio a otro en este mundo que no nos da respuestas a otras cuestiones trascendentales, y es que ni dios volvió del otro lado con una filmación de lo que hay cuando aquí ya no hay nada.
Digresiones al lado, quería decir que estoy hasta el bolo de gente como la que nos dirige desde Sillicon Valley, peores aún que cualquier político al uso, pues se visten de pobres para ganarnos la simpatía y nos roban la cartera en cuanto nos damos la vuelta. Como quiera que ya no aspiro a tener tantos amigos de Facebook como en su día creí que tendría, después ya vino el algoritmo a volverme loco por no saber a quien le llegaba mi mensaje y a quien no, imposible ya que el algoritmo decidía por mí, como el falaz término de amigo quiero revalorizarlo en mi vida, voy a comenzar a dar de baja en mi red de “amigos”, poco a poco, a la mayor parte de ellos; comenzaré con aquellos de los que desconozco su identidad completa, aquí estarán muchos cotillas cobardes y sibilinos que se dan de alta con pseudónimos para aprovecha la red y saber los defectos y recovecos de otros con los que darte la puñalada en cualquier momento; seguiré con los que no contesten a mi aviso puntual para no darlos de baja mostrando su interés por seguir juntos el camino; continuaré con los que no aportan nada porque creo que me lo agradecerán, darle mi nada para su nada. Después ya veré de seguir limando, cribando hasta el objetivo último que gira en torno al número Dumbar que expresa el límite de relaciones que cada ser humano puede mantener positivamente. Y si así voy desapareciendo en esta red, pues tampoco me importa nada, dada su actual perversidad, dudoso fin y aprovechamiento de los dueños. No me importará porque estoy hasta el bolo de que me asalten los mensajes publicitarios, me distraigan de una historia interesante que me está contando Tolstoi con un puto toque en forma de sonido para avisarme de que hay alguien al otro lado que me avisa simplemente de que existe. Estoy hasta los huevos mismos de alimentar mi ego con las mejores fotos en busca de un like, más puto que las gallinas, que está arruinando mi pensamiento.
No sé a que pensador leí estos días decir que volveríamos a tiempos medievales de tanto tensar la cuerda del bienestar que hipotéticamente procura este tiempo digital, pues puede que así sea, porque hay que ver cuando la naturaleza nos suelta una Filomena cómo no hay manos para agarrar palas ni orejeras para escuchar lecciones en las escuelas ¡a mí el Ejército!, todo se colapsa y las televisiones como puro negocio comienzan a especular con nuestras emociones y a entretenernos con discusiones bizantinas de una corte de bufones que saben poco pero no se lo creen. Cortar el rollo, y corto ya este desahogo, que no solo es desahogo sino declaración de enemistad a las compañías tecnológicas de medios de comunicación en que se han convertido este grupo de pobres ricos.