¿Qué está a la vista? La sociedad misma, los que ayudan a mitigar los problemas de todos, y los escondidos, en los peores momentos. Lo que ocurre al revés en condiciones bien. Por ejemplo, los ciudadanos que vemos en estos fatídicos días colaborando individualmente o en grupos de vecinos a despejar vías y limpiar cornisas, o ese grupo de conductores de vehículos todoterreno organizándose por wassap para ponerse al servicio de personas necesitadas de trasladarse a Hospitales, observamos que estos ciudadanos son normalmente personas de mediana edad -como la que puede tener un patético Casado en su escena de pala frente a la cámara con la cara bien despejada ¡qué vergüenza! – de cuya bonhomía sale este altruismo y empatía con los más desfavorecidos. Está a la vista que no se ven los clásicos rostros, mayormente jóvenes, que se manifiestan -tantas veces, violentamente- por causas ciertamente minoritarias y de un cariz mucho más abstracto pero menos trascendental que los daños y perjuicios que causa una fuerza de la naturaleza, como la que nos trajo Filomena. No los vemos llevando bocadillos a los transportistas que pasan hasta tres días con temperaturas bajo cero en sus camiones bloqueados por la nieve y que nos traen a los ciudadanos de las capitales el alimento necesario; no los vemos repartiendo comida en las colas del hambre ni en tantas causas humanitarias como atender a los sin techo, siempre delegando en el Estado, la Administración, el Poder, la responsabilidad de hacerlo y que básicamente tiene pero muchas veces no es bastante y llega, entre otras por tratar de darles tanto bienestar a ellos.
¡Ah, agradecer también al Ejército que exista!, porque siempre nos salvan los muebles que no pueden salvar nuestros organismos ciudadanos especializados. Y uniendo ejército a cierta juventud pasota con lo que no debe serlo y nada pasota con lo que sí debe serlo, no vendría mal un paso de tres meses, por ejemplo, por un servicio militar que discipline un poco al personal.