Pues sí, presentó ayer el alcalde el proyecto urbanístico que cambia el aspecto de la calle Concordia. Yo no sé si quien lo ha hecho es el mismo o parecido que el de Vigo en Gran Vía, porque quiere colores y marcar un hito cual antaño se pusieron escalectrix en el mismo Vigo o la madrileña Atocha que después otros vinieron a deshacer con la piqueta. Porque una intervención que se debe basar en un objetivo peatonal y de buena accesibilidad entre puntos distanciados más por la pendiente que por los metros, no debiera convertirse en un collage artístico que puede gustar a unos y disgustar a otros, pero que nunca puede pretender convertirse en gran protagonista. La perspectiva de ciudad cuenta, y al menos la que yo tengo es más sobria de la que el proyecto de la calle Concordia muestra.
Que sí, ¡coño!, que sí, que llamará la atención tanto color y tanto objeto de imitación a lo real y natural, pero no solo cuenta la polémica. Se muestran unas celosías para taparnos del sol directo como si no lo quisiéramos, el sol como fuente de salud, sobre todo teniendo en cuenta el mínimo esfuerzo físico que supone ser trasladado mecánicamente; zonas de descanso en forma de terrazas y una configuración de calle comercial abierta que impide ver lo que más se pretende en una calle comercial, los escaparates de los propios comercios, al taparlos precisamente esa celosía.