Bueno, pues ya está el árbol encendido. NO hay ya pandemia, todos felices comiendo perdices. Las luces que tanto ansían los comerciantes ya han sido encendidas. Claro está, especialmente donde están los comerciantes de fuera, es decir, los Zara y demás cadenas importantes. Como siempre, como en todas las ciudades, como reza el principio de San Mateo. Pero la presidenta de los comerciantes ourensanos, insisto en saber cual es el porcentaje asociado, ya estará feliz de que ahora visiten todavía menos los comercios de los nativos, estos que se instalan en calles como la mía, Cardenal Quevedo, donde ni una bombilla, y no es exageración, ilumina esta herramienta – según ellos – dinamizadora del comercio. Lo que yo fue a ver ayer al salir de mi calle apagada, vía Santo Domingo, Plaza Mayor, Paseo, es a pandillas de jóvenes bebiendo a toda luz con la euforia de su juventud sin mascarillas ni distancias de seguridad entre ellos. Es la euforia de tanta luz por fuera y poca por dentro. Pero que conste el gran espectáculo que he visto, tan grande el árbol que a poco que sigamos creciendo en aspiraciones para ser los más destacados en luces de Navidad del mundo entero, y con un poco de suerte, haremos una actual Torre de Babel para tocar el cielo.
El árbol de Ourense
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