En Ni Fuh ni Fah Julio Camba cuenta una historia divertida y muy lógica, que da gusto leer, porque al menos te reconcilia con cierta seguridad en tu cordura. La historia la titula como “Ladrones prácticos”, y a continuación el grueso de la historia:
“Es altamente paradójico, en efecto, el que los ladrones roben a los policías, como lo sería el que los ratones se comieran a los gatos; pero hay unos señores a los que resulta todavía más paradójico y más cómico robar, y estos señores son los prohombres del comunismo. En el rápido París-Marsella, según una información del Daily Mail, unos salteadores desvalijaron, días atrás, a varios viajeros, y el más reacio de todos ellos a separarse de su hacienda fue, precisamente, un diputado comunista.
- Sucio burgués – le dijeron los salteadores -, venga la cartera inmediatamente.
- ¿Burgués yo – balbuceó el diputado -, ¡Qué error más lamentable, camaradas! Los burgueses son mis mayores enemigos. Me he pasado la vida combaiéndolos.
Pero todo fue inútil. Para los salteadores la cuestión no era de principios, viajaba en primera como un burgués y tenía la cartera llena de billetes de banco como un burgués. Teóricamente podría no serlo; teóricamente, acaso tampoco los ladrones fuesen tales ladrones, sino unos hombres muy respetuosos de la propiedad ajena.
- Precisamente -añadió el diputado – estos días he estado recorriendo mi distrito en una gira de propagandas comunistas …
Hábil parlamentario, no cabe duda, aquel hombre invocaba su filiación comunista para negarse a comunizar, y en una asamblea del partido es casi seguro que este recurso le hubiese dado resultado; pero, desgraciadamente para él, los ladrones no tenían una verdadera ideología revolucionaria, y por eso procedían de un modo tan revolucionario. Poniéndole al prohombre del comunismo un revólver al pecho, lo despojaron de su cartera, y el prohombre del comunismo realizó entonces el primer acto comunista de toda su vida: renunció a su propiedad particular poniéndola a disposición del primero que se la pidió.
In dudablemente, si por el hecho de ser comunista tuviera uno su propiedad a salvo, la cuestión social cambiaría totalmente de aspecto. Todos los capitalistas se harían comunistas, y asunto concluido”.
No cabe añadir nada, ni siquiera debía caber esto que justifica no añadir más.