¿Sabes que te echo de menos? Nos hacemos viejos y llega la nostalgia poderosa a envolvernos, a mi al menos. No es una nostalgia de juegos, sexo, viajes o de ambiciones, la mayor que tengo es la de amigos, como tú. Y es que no es fácil contar con gentes de tu carácter para cortarle la manga a tanto imbécil que han venido a sustituiros. Buscan imponerse en nuestra vida, a narices, por testículos, pero no, no, nunca podrán hacerlo en los afectos del sentimiento, eso es imposible, solo quieren nuestra atención y nos amenazan con dejarnos fuera de la sala de la vida si no se la damos, de espaldas en algún puto rincón. De momento, Álex, aún nos quedan fuerzas para oponernos, ¡viva la oposición! siempre, por eso tal vez os echo de menos especialmente a algunos amigos tan singulares como fuiste tú, siempre al lado, sin temores vanos ni al ridículo, para darle en los fuciños a los que quieren imponerse. Me acuerdo de la foto, hacíamos una deconstrucción (¡vaya pendantería, carallo), realmente era un simple juego, donde grabé como un artista embalaba sus pinturas después de hacer expuesto sin vender un cuadro; ese momento solitario, frío y triste, porque nadie ha valorado la obra del artista con el precio que él le ha puesto, quisimos recogerlo con gente dándole otro color y calor, para lo que convocamos a quien quisiera escuchar un violín en directo mientras ocurría la despedida. Nadie, excepto el artista, un amigo y la violinista, además de ti, que tú sí acudías siempre a las ocurrencias de elcercano. Álex para una charla, para un cigarrillo, para tomarnos cafe, leer libros en alto, comentar el mundo empresarial, discurrir proyectos que casi nunca materializábamos, pero qué bien lo pasábamos dándole una vuelta al mundo, a nuestro páis, a Ourense. Ando metido en la escritura del libro de elcercano y no podéis faltar algunos que ya no estáis, lamentablemente perdidos para este mundo, pero que habéis dejado una huella imborrable. Me acuerdo que fuiste tú el que trajiste por primera vez al piso a Ester, que trabajaría después con nosotros tres años. Y es que tú llegabas siempre a nuestra casa para sorprendernos. ¡Cuánto discutíamos!, pero cuánto, cuánto, cuánto te echo de menos.
¿Dónde andas, Alex?
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