Que la crisis inmigratoria en Canarias va a más es algo tan fácil de entender como entra por los ojos, al ver día sí y día también atracar más y más pateras en el puerto canario desde Marruecos, tan fácil de entender como saber sumar, pues cada día llegan unos cuántos centenares que añadir a los que ya están, y para los que no parece haya ningún plan de qué hacer con ellos. Desde luego, las mafias y demás cómplices de ellas, son los primeros interesados en mezclar aviesamente cualquier tipo de inmigración, la desgraciada proveniente de países en guerra o perseguida por razones religiosas, étnicas y demás razones que regresan a nuestra historia de la humanidad, por mucho progreso y progreso y progreso que en mala sinonimia traducen demasiados como beneficio cual si el mal no pudiese progresar también, con otra sospechosa inmigración propiciada por el canto de sirenas que no augura nada bueno si no se desengaña al que no es Ulises. El difícil equilibrio entre dar oportunidades a todo el mundo, en este caso mundo africano, y no restar demasiado al propio mundo de uno, es algo muy difícil de conseguir pero que debería suponer un reto de humanidad a través de un camino escrito por papeles que lo planifiquen. Sin duda, la inmigración es buena y necesaria, sobre todo cuando propicia una fuente poblacional que equilibra también una crisis demográfica, pero es ahí donde debemos regular de alguna manera cómo y quién entra, a fin de evitar graves problemas de integración, pues nada debiera hacer perder la referencia a los valores propios occidentales. Que utilicen problemas de Estado unos y otros políticos para tocarse los huevos entre sí, resulta deleznable, al igual que la burda y más flagrante demagogia. Que Canarias tiene un grave problema no lo puede ocultar ni las leyes más polémicas que pretenden sacar desde el poder actual, dictadas por un pensamiento único, ni mirar para otro lado, porque ya verán como en caso de no encontrar solución al problema pronto acabará en conflictos sociales de tal envergadura que nadie podrá dejar de ver y asustarse por ello.
El pasado martes, cuando la policía sacó del campamento a 197 jóvenes marroquíes y los dejó en la calle, la alcaldesa de Mogán, epicentro de la crisis migratoria, ni corta ni perezosa, me imagino que hasta los ovarios de la falta de soluciones, fletó tres autobuses hacia la capital, Las Palmas, para dejar a estos inmigrantes justo delante de la Delegación del Gobierno y del consulado marroquí, a ver si alguien se daba por enterado.
Alberto Rojas de EL MUNDO entrevista hoy a esta alcaldesa, y de sus respuestas vamos viendo que la cosa va a mayores, como decía antes, simplemente es cuestión de número y de oportunidades.
Pregunta.- ¿Cómo afronta esta crisis migratoria? ¿Es el mayor desafío al que se ha enfrentado?
P.- ¿Qué le parece que Mogán sea comparado en la prensa internacional con Lesbos o Lampedusa por el colapso migratorio que sufre Arguineguín?
R.- Esto es nuevo para nosotros. La población está muy nerviosa. Que Interior comience a sacar a los inmigrantes a la calle sin comida, bebida o dinero pone nerviosa a mucha gente. A nivel internacional que nos comparen con Lesbos o Lampedusa atenta contra el turismo, que es el 35% de nuestro PIB. Y vivimos de eso. De una crisis migratoria pasaremos a una crisis social. Todo esto estallará.
P.- ¿Qué opinan sus vecinos?
R.- Me piden que no les abandone. Pero es alucinante que un Gobierno que se dice progresista, con tres ministros que vinieron aquí a ver la situación, no sea capaz de articular una respuesta digna como sí la tuvimos en la crisis de 2006.
P.- ¿Qué le diría al ministro del Interior si lo tuviera delante?
R.- Lo que ya le dije cuando vino, le pedí que no me defraudara. Me aseguró que no me fallaría y que el campamento iba a ser desmantelado en pocas semanas.
P.- ¿Entonces le ha fallado o no?
R.- En el minuto cero. No podemos estar nosotros marcándole el paso al Gobierno de España. No es nuestro papel, pero es que ellos no están a la altura.
P.- ¿Cuál es la diferencia entre la gestión de la crisis de los cayucos en 2006 y esta?
R.- La diferencia es el liderazgo. Si no hay liderazgo no te puedes dedicar a resolver asuntos políticos. El éxito de 2006 se basó en dos líderes: Alfredo Pérez Rubalcaba y María Teresa Fernández de la Vega, que asumieron el mando único, pusieron a todos los ministerios a trabajar y fueron a los países de origen a solucionar el problema. Pero hoy no tenemos líderes sólidos en ese Consejo de Ministros donde no se ponen de acuerdo entre ellos, como reconoció el ministro de Migraciones José Luis Escrivá cuando vino aquí. No hay comunicación entre carteras y esto es una cuestión de Estado.
P.- ¿Cree que esta crisis migratoria va para largo?
R.- Si no se ponen soluciones, por supuesto. ¿Cómo se soluciona este problema con la cantidad de pateras que salen de la costa de África? Lo único que es capaz de detenerlo es la diplomacia y la intervención de la Unión Europea.
P.- ¿Se están dando brotes xenófobos o racistas en la población por esta situación?
R.- Para mí lo más importante en este caso es el respeto a los derechos humanos. Yo los brotes que he visto no los comparto para nada. El carácter canario nunca ha sido xenófobo, pero cuando hay crisis económica no ves las cosas igual que cuando tienes saneada la cuenta corriente. Muchos hemos escuchado eso de: “Ellos están en un hotel y nosotros, en el paro”. Esto lo ha alimentado la inacción del Gobierno. Y esta pandemia nos ha golpeado muy duramente en las islas Canarias.