Hace ya cuatro años estábamos de Gran Chafallada, disfrutando con el recuerdo y emulación, con motivo del centenario de su irrupción, del Cabaret Voltaire; sí, el mismo que inspiró a Risco ponerle al Tucho de Ourense, un galleguizado Volter, tan añorado ahora pero siempre olvidado en su presente. Es lo de siempre, se añora lo que no se tiene, sobre todo cuando lo has tenido y no le hacías caso; ¡cuántas veces ocurre con el amor!, que tienes a tu lado a la persona que te completa mejor y parece que quieres la ajena, cualquiera, hasta que tu pareja te muestra parecido sentimiento y entonces ¡hostia! a ponerse las pilas y mirar para ella. Pues bueno, en este estilo de decir lo que se piensa y sentir lo que se dice, organizamos la fiesta, desde las nueve de la mañana en que desfilaron de un colegio cercano espacialmente, que no especialmente, un grupo de chavales liderados por el profesor más implicado que conocemos de ese mismo colegio leyendo unos textos improvisadamente; a continuación Carlos del Moral era el primero que subía una escalera de tijera donde se subía o bajaba según se quisiera y dando lugar a unos fotogramas divertidos; música, lectura, la soprano que entró cantando a media tarde por la puerta y a capela, el portugués que ya es una figura musical internacional leyendo poemas o tocando el piano, las performances de Enrique Tenreiro o maría Piensos, la obra colgada para la ocasión de más de diez artistas, el saxo de Pablo Sax, la gaita de José al frente del desfile de la banda de la Putación Cercana, la foto de ajedrez (hubo un tonto y reputado profesor que se quejó de que cosificásemos a la mujer con esta escena, sin respetar ni a la propia mujer que curiosamente es colega al ser profesora; o no sabe quien es Duchamp y qué estábamos representando o, todavía es más tonto de lo que parece; ¡ah, menos mal que no vio a María con las tetas al aire haciéndoselas pintar por Alfonso Armada, Eugenio Ampudia y Carlos del Moral); seguimos, la intervención de Luis Legido envolviéndose en la cinta de empaquetar para sacar un sonido que solo el enorme percusionista que es él lo pudo haber conseguido, las intervenciones improvisadas de muchos de los asistentes, o el blues de Luis Morales, el manifiesto interpretado por Rivela, el cine rodado por Oscar Doviso y yo que sé más que ocurrió y que ahora no me acuerodo, hicieron de este día un gran día, no sé si el mejor pero quizás el que más ruido metió desde el punto de vista de la intervención del mayor número de personas. Lo repetiría gustosamente si no fuera porque no es posible por culpa de la pandemia, pero prometo que cuando se pueda y a título de brindis por la victoria de la salud física social (de la económica ya veremos cuando se puede brindar) organizaremos algo distinto pero que nos haga sentir la alegría de una participación colectiva tan amplia y libre como fue la Gran Chafallada.
En las camisetas se podían leer las personas previamente comprometidas con divertirse y divertirnos ese día, que no fueron las únicas pero sí todas ellas estuvieron. Lo dicho, esperemos la próxima, que llegará si no hay un cataclismo.