Andar sólo por los días que recorren una semana entera, cuando la costumbre acumulada de años es otra, supuso que hoy revolviera rincones en casa y, casualmente, sin buscarla, encontrase la nostalgia de los principios del tiempo juntos, y reconociese la sensación que apuntaba Cioran de haber pasado una vida soportable por no ser consciente del tiempo que pasa . Hoy sí. Ojeé álbumes anacrónicos de fotos de papel, y buceé en algunas carpetas aparcadas de la rutina contemporánea; como un tesoro encajonado encontré un fajo de cartas que movieron mis neuronas de la memoria hacia un pasado donde ya no somos, éramos muy jóvenes, y, por tanto, demasiado tiempo pasado sin darnos cuenta de su pasar como para ser iguales. Simplemente leí alguna tarjeta, y me bastó para que las sinapsis me dieran calambrazos de emoción. Ya nada nos separó desde entonces, pero ya cuando lo tuvimos claro la distancia de los días no existió, excepto ocasiones puntuales de responsabilidad familiar. Y apareció la foto que, en parte, como espejo de Dorian Gray y cual diría Borges, me hace ver los tranquilos avances de la corrupción, los progresos de la muerte y la fatiga ….La foto mostró el dibujo de los rostros más soñadores, cual fotograma de Truffaut bajando la claqueta del “se rueda” para filmar mil detalles de ese día que pertenecen al mundo de los secretos. Increíble el despertar que ocasiona un encuentro con documentos olvidados.