No sé exactamente donde pero sí que fue, como cada día más, la rebelión de los vecinos ante los okupas protegidos. Las imágenes de televisión fueron elocuentes al respecto del hartazgo ciudadano al que ha llevado una legislación que “no hay manera” que cambien los políticos actuales. Un día sí, otro día también, sabedores de sus derechos mejor que cualquier víctima que los padece, los okupas se aprovechan de una ley justa que impida atacar de vil manera la propiedad privada de cualquiera, sea rico o mass media. Los plazos para recuperar lo que es de uno son extremadamente largos y el día que se consigue llevar a cabo la expulsión de los okupas el propietario se encuentra con una realidad que le va a costar desembarazarse de ella porque no solo mobiliario robado sino inmueble arrasado es lo que dejan en agradecimiento los que le quitaron su vivienda. Ayer aconteció que la manifestación de los vecinos, ciertamente violenta en parte puesto que tiraron piedras contra los okupantes y cortaron el tráfico de la carretera, con enfrentamientos abiertos incluso con la policía, dio con la clave para que inmediatamente el Juzgado pertinente decidiera la orden de expulsión que en tiempo había dormido en su despacho, entre plazos y otras excusas de malos pagadores. Pues ya que el legislativo no opera, ellos están a tocarse los pinreles, tomar el solo y colocar a sus próximos en chollos colaterales, que opere el movimiento vecinal de las gentes honradas, se manifiesten con uñas y dientes y punto final. Ya está bien de este abuso que está convirtiéndose en costumbre por culpa de los indolentes que no miran para él. No queda otro remedio, por desgracia.
Como en la frase de Oscar Wilde que cierra su cuento “Pluma, lápiz y veneno. Estudio en escarlata”: “No hay acto más importante que el de inspirar a la ficción”, así el crimen cometido ayer en Ponte de Lima por un ex marido que posteriormente se suicidó tirándose del puente de Rande bien podría inspirar cualquier ficción literaria o de cine. Porque hay que ver lo que puede pasar por la mente de un tipo de 50 años que viaja desde Vigo hasta Ponte de Lima al encuentro de su ex mujer y pareja con aviesa intención. Y tan aviesa que le llevó hasta la casa donde pasaban las vacaciones la amante pareja y cortarle los genitales al tío golpeándolo al mismo tiempo hasta causarle la muerte, y todo ello para mayor escabrosa escena en presencia de ella que maniatada observó la escena. Por supuesto, después de la bestial agresión la culpa que debió sentir el interfecto lo llevó a huir del lugar hasta llegar al punte de Rande desde donde puso punto final a su vida.
Cómo podemos llegar a estos extremos de final de película es algo incomprensible y que acojona a cualquier ser humano que esté equilibrado, sea sensato y haya reflexionado lo suficiente como para entender que la vida es finita e individual, y que cada cual ya tiene lo suyo con ser mortal a su debida hora como para infligir mayor desgracia a los de alrededor por acortar por propia decisión la de nadie y suya propia. Una puñetera desgracia que la pasión se convierta en enemiga del amor que la despierta, pero por tan sabida y reconocida a lo largo de la historia me libre yo.