Seguimos al Covid19 como una lectura obligada para aprobar la asignatura que nos cierra el paso a un nuevo curso de nuestra carrera estudiantil hacia la normalidad. Lo seguimos de tal manera que nos sorprende que las lecciones que estudiamos, que a todos obliga, no sean tenidas en cuenta más que por algún gilipollas que otro, como éste que se lo cuenta. Así, dentro de este mareo de lecciones, o consejos, sugerencias, datos fiables y nada fiables que nos asaltan desde las distintas Administraciones o los Medios de Comunicación, amén del rumor cotidiano y la conversación privada, llegan datos que como fórmulas matemáticas,o sea,ciencia exacta, nos ordenan el sentido común, y para restar la adición de tantos y tantos casos que se acumulan (hoy menos que ayer pero más que mañana), solo nos queda estrechar el cinturón o la mascarilla en la boca para que no nos confine pronto la estulticia común y la poca voluntad de afrontar la verdad aunque sea a pesar de perder comodidad y confort, sobre todo si andamos en tiempos veraniegos de terrazas y playa. Hoy caminaba por la playa con mi mascarilla hacia la compra del periódico cuando me cruzaba con todo el resto de la gente que hacía lo propio pero sin la mascarilla (por supuesto sin periódico; después nos preguntamos el porqué no es viable la libertad de prensa). Miré hacia dentro de mí y me dije si yo era el gilipollas de turno de la playa o si mas bien eran el resto los gilipollas de los que solo me salvaba únicamente yo; por supuesto, en este caso, y no voy a pecar de doble gilipollas por querer aparentar falsa modestia, los gilipollas eran ellos, no yo, y me acuerdo de Thoreau cuando respondía a que “la razón no es siempre de la mayoría, que hay mayoría de uno”.
En fin, visto lo visto, volveremos a quedarnos en casa otro tiempo, ¡ojo! sin ser héroes por ello sino gilipollas sin remedio, pues hay que ver que en el pasado estado de alarma hasta hubo imbéciles que nos quisieron hacer creer que lo éramos, héroes, simplemente por no salir a la calle, cuando lo que cundía era el miedo, lógico y natural miedo a ser uno de los casi 50.000 muertos reales con los que saldó la epidemia en España hasta la fecha; se puede ser valiente pero no temerario ante un virus tan malévolo. Por supuesto, esas fatuas voces generalmente provienen de políticos que están tan acostumbrados a pedir el voto y decir mentiras con tal de captar la simpatía que les apruebe en el cargo, que les sale de suyo el hacer la pelota con tan burda e hipócrita postura de aplaudir el comportamiento de una sociedad que dista de ser heroica. La única forma de acabar con los excesos que están al alcance de todos no está en apelar a la responsabilidad que huelga hacerlo sino en la sanción pura y dura a los que creen que los gilipollas somos algunos por tratar de cumplir las medidas y ellos son… son demasiado chulos como para que nadie les tosa en su libertad y categoría. ¡Imbéciles!.