Afortunadamente no son las colas del hambre, esas que dan pavor y tristeza a quien las quiere ver; no, no son esas colas sino las de los Bancos y Servicios de Correos, oficinas que tienen la sartén por el mango. ¡Ah!, que pueden estar infladas, alargadas, por la crisis del COVID-19, pues sí, claro, en las distancias físicas que hay que guardar pero que van a ser las mismas después de la pandemia, pues también, seguramente, ya que tienden a repercutir los grandes su mal menor falta de beneficios con recortes del gasto que en este caso afectará a los recursos humanos. Así que vamos a acostumbrarnos a guardar colas, como antaño, en que los más viejos del lugar recordamos las enormes para sacar la contribución o dar de alta la luz en FENOSA. Ahora toca sobre todo hacer colas en el banco, donde de momento guardamos los dineros porque en casa no están bien protegidos, dada la mala hora en que nos puedan entrar en casa para okuparla mientras tomamos un café en el bar de la esquina; no me explico como es posible que los energúmenos que hacen leyes no hayan todavía aprobado alguna que desaloje a estos cabrones que se apropian de lo ajeno por su cara fea, de inmediato y con las muñecas esposadas. Al que le de pena algún okupa que lo lleve para su casa y sea coherente, si no que cierre su boca como cierra su puerta. Las imágenes están hechas esta misma mañana en un simple recorrido de un par de calles, donde el ambiente de la calle era éste. ¡Qué pena!
- Sección: Noticias
- Publicado el 30 junio 2020
- Por Moncho
Las colas de la realidad actual
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