Sabíamos que lo de estos dos no da para un idiliio, pero el “ni mucho menos” de hoy lo publica El Mundo sobre unos testimonios de dirigentes populares que se lo cuenta: “Necesito que el 10% de los que votaron a Pedro Sánchez en las generales en Galicia me vote ahora a mí”, y Cayetana Álvarez de Toledo “me lo dificulta” por sus mensajes de “crispación”, le reconoció a una de las fuentes.
Siguiendo al mismo periódico, le confirma otro peso pesado del partido, que: “Él está enfadado con Cayetana porque cree que asusta a los votantes del PSOE o incluso del BNG“.
El que Feijóo tire de Mariano el registrador y Ana Pastor, amigos entrañables del presidente gallego, para que le respalden en la campaña, indica muy a las claras que el centrista busca el voto moderado, porque el peleón y beligerante contra el gobierno actual no teme que vaya al extremos por aquello del voto útil. Pero, precisamente por ello ¿no sería mejor que Alberto no hiciese declaración ninguna en contra de la portavoz de su partido que sujeta precisamente a esos que se debaten entre el utilitarismo y su deseo de votar a Vox?
Feijóo es cierto que es buen gestor pero tampoco se crea el Cid Campeador, porque por la boca muere el pez, y cosas vió el PP en Galicia dejando a Fraga, otro permanente presidente gallego, por un solo escaño, fuera de juego. Ya hemos visto la metedura de pata con el cheque regalo para comidas y pernoctaciones que ha tenido que retirar porque no fue una buena idea y sí una mala estrategia electoral, pues que esté tranquilo. Quizás debiera, en todo caso, enfadarse con sus dirigentes nacionales apoyando hoy el decreto del gobierno sin nada a cambio, no vaya a ser que se le escapen parte de sus votos nuevamente por ese lado.
En fin, los políticos son así, se besan, pelean, abrazan, discuten entre amigos y enemigos, adversarios políticos pero no de pertenencia a un estatus tan especial, lloran y gritan hoy para mañana sonreir con las mismas personas agradidas, etc. Son una casta especial, porque en el fondo saben que lo que tienen que lograr (por supuesto, se habla en general, siempre hay honrosas excepciones, más honrosas por ser tan pocas), es seguir perteneciendo al grupo, o sea, a la casta, que vive como dios, interpretando su papel de autoridades importantes.