No es que hayamos vencido al coronavirus, como parece sentir gran parte de la sociedad animada desde el punto de mira económico y deseo lúdico, sino que hemos ganado una batalla, pero lejos estamos todavía de ganar la guerra. Ya nos anticiparon los científicos que “ésto” solo se acabará con la vacuna, por muchas opiniones optimistas que se han dado en este círculo de epidemiólogos y demás personas dedicadas a la ciencia, donde hemos podido leer opiniones al respecto de una caída de la agresividad del coronavirus hasta su desaparición casi absoluta. De todo hemos leído, y por tanto nada es descartable. Los rebrotes contradicen tanto optimismo. Por eso, la vuelta a la mal llamada nueva normalidad se está cociendo a fuego lento con visos de pasar de pronto a la hoguera de San Juan dado el levantamiento individual y colectivo de la prudencia. Las pandillas juveniles, lógicamente en aras de sus hormonas y conciencia lejana a la muerte, tienden a juntarse entre ellos cual si la epidemia hubiera sido de una “simple gripe” o un mal sueño, juntándose bien, tanto por grupo como por cuerpos (esto de la realidad que se impone a nuestra vista y su contradicción flagrante con las medidas que se adoptan me provoca una esquizofrenia por exclusión que hacen de ella los que no la analizan o pasan de ella por otra clase de intereses…) Pero también, las mascarillas cuelgan más de las barbillas que de donde tapan los orificios por donde entra el bicho; las distancias sociales las guarda perfectamente solo el que no sale a la calle porque, claro, salir es ver a los demás y olvidarse uno de las formas aconsejadas y normas obligadas. Así, no es de extrañar que los rebrotes sean noticia hoy en algunos territorios de España como Huesca, donde tres comarcas han retrocedido a la Fase 2 de la desescalada. Pero ojalá fuera el único territorio que nos da la mala nueva, pues hasta en la Galicia nuestra, de la que nos sentíamos tan orgullosos de mantener a raya el coronavirus, ha estallado un rebrote en la costa de A Coruña, concretamente en Ortigueira. Las autoridades sanitarias, que mejor se les podría llamar los responsables sanitarios , puesto que el sustantivo autoridad significa otra cosa distintas al del contexto político actual, mantienen la preocupación si bien el resto del país va poco a poco recuperando el ritmo tras el estado de alarma y las consecuencias de la vuelta a la actividad laboral y la libre movilidad. La cosa no es tan cachonda como quisiéramos y por ello debemos ser cautos y luchar con nosotros mismos en nuestro deseo y apetencia natural para, así, poder enfrentarnos más sanos al coronavirus que merodea en el entorno.
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