Estremece ver la foto del director de cine italiano Gabrielle Muccini que hizo ayer mismo, día 22, en Milán. La juventud mayormente, según declaró el viceministro de Interior Matteo Mauri, no parecen muy sensibles ante las indicaciones que mantener la distancia de seguridad y usar mascarilla, pues a la vista está que la mayor parte de las personas que vemos en la fotografía no la llevan o la ponen de condón de la barbilla, que ya me diréis p’a qué. Cualquiera diría que el puto virus dejó de trabajar para siempre tras llevarse casi treinta y tres mil vidas, según datos oficiales, la mitad casi en Lombardía, o sea una enormidad de muertos en Milán donde el duelo parecen hacerlo estos irresponsables con copas y tocándonos la moral al resto.
En España, ya hemos visto la playa de la Barceloneta, donde aún no se puede bañar según la Fase 0 en la que está Barcelona, asaltada por bañistas y demás playeros que tienen deseos de sol y una alcaldesa permisiva, contraviniendo cualquier norma de seguridad que nos han prescrito las autoridades. Y como la Barceloneta otras imágenes deprimentes de jóvenes bailando en la calle gracias a la música de algún imbécil que cree que la calle es suya y mete watios para que esto ocurra. Es tan fácil hacer ruido en cualquier sitio y además ser vitoreado hasta por los medios de comunicación por dar espectáculo gratis, que no soy muy optimista en que no volvamos a confinarnos y a llorar como unas Magdalenas.
Sinceramente, da pena comprobar como los jóvenes que deben guiar próximamente el mundo hacia su futuro, no son capaces de aguantar sus impulsos de juerguear, por lo menos, como mínimo hasta que se haga un duelo colectivo por todos los que se han ido, y que todavía no hemos hecho, entre los que están muchos sanitarios que perdieron su vida para darnos la nuestra y muchos mayores que nos han traído hasta aquí en volandas, gracias a su sacrificio hemos vivido de los mejores tiempos de la historia, con paz y desarrollo. Estos Millennials, entre 16 y 36 años, que se distinguen según las característica propias de los estudiosos, en que están sobradamente preparados, con estudios superiores y dominio de idiomas, conectados con la tecnología de forma constante a través del teléfono móvil mayormente, marquistas y compradores inmediatos cuando un producto les apetece, tan armados de posibilidades deberían pensar un poco en los demás y no ser tan estúpidos.
Les recomiendo que lean “Blanco”, último libro de Bret Easton Ellis (autor de American Psyco), y la opinión que vierte sobre los Millennials cuando estaba liado con uno de ellos: “… sensibilidad a flor de piel, sensación de tener derecho a todo, insistencia en tener siempre la razón a pesar de las en ocasiones abrumadoras pruebas en contra, incapacidad para considerar las cosas en su contexto, su tendencia general a la reacción excesiva y al optimismo pasivo-agresivo …” Por supuesto, no todos los Millennials son iguales pero aquí, como en todos los colectivos, ya sean de edad, condición, etc., los que se dejan ver se dejan ver demasiado y actúan con tanta irresponsabilidad que manchan al resto y provocan rabia y desconfianza en los demás. No pintan demasiado bien las cosas como para frivolizar la cuestión más grave que jamás vivimos, y si mañana volvemos a rebrotar será en parte porque lo hayamos merecido. Por lo menos yo no seré cómplice con mi silencio.
A la mierda…