Ayer saltó la noticia, una buena nueva mundial para contrarrestar tanta nueva mala acumulada desde marzo en España. Se trata de la vacuna contra el coronavirus, que está asomando ya en las narices americanas gracias a “Moderna Therapeutics”, laboratorio farmacéutico que lleva trabajando en ella desde enero. Han conseguido resultados positivos en pacientes que han superado la enfermedad generando anticuerpos neutralizantes después de haberse vacunado. La noticia es una bomba y para los españoles una alegría conocer a un farmacéutico madrileño que está al frente de la empresa como director técnico. Él se llama Juan Andrés, sin apellidos siquiera (nadie los ha escrito en ningún sitio, que yo sepa) pero con un soma tan agradable como el que muestra esta foto que capturamos de “Escudo Digital”. La sonrisa del científico parece la sonrisa del mundo, y desde aquí le damos nuestras gracias más sinceras y plenas de admiración. Gracias a él y equipo hoy nos acostamos con una luz fantástica para pasar la noche.
Pero Juan Andrés, siendo la cara más agradable de ver en estos momentos como lo es, también es la cabeza del iceberg que hay detrás de la investigación científica al servicio de la salud de las personas y el planeta. Personas volcadas en su ciencia, que deberían ser los héroes o seres humanos más admirados, siempre, pero de los que nos acordamos únicamente cuando la necesidad aprieta tanto que nos ahoga. Continentes de contradicción, hechos a base de contrarios, los humanos volveremos a besar el suelo por donde pisa Cristiano Ronaldo, por ejemplo, e ignoraremos a estas personas que juegan con una pelota microscópica siempre con el objetivo de meter gol en la portería que impide el mejor bienestar de nuestra sociedad. La ley de vida está escrita en los genes de la humanidad, desde un Caín matando a Abel hasta cualquier estafador de poca monta actual pegándosela a una anciana, y volveremos a caer en otra, pero también volveremos a levantarnos, si dios quiere y no se cansa o aburre de ver que no avanzamos nada. En fin, viva Juan Andrés, y si no puedo ver fútbol… que le den.