Hoy salió el sol. La mañana estaba preciosa. Nos fuimos a la calle a encontrarnos con su belleza. Pero siempre tiene que haber alguna niebla debida en este caso a la catarata del ojo social. Me impidió ver la luz como quisiera, porque en una terraza, una mesa con seis amigotes tomándose las cañas a menos de un metro de distancia y sin mascarillas. Conozco a alguno de estos jóvenes y son muy buenos chicos, pero da vértigo pensar que con sus estudios y profesiones actuales se pasen por el forro de sus calzoncillos las normas que nos obligan. La distancia, señores. No me explico como pueden no pensar en que uno de ellos se haya contagiado y contagie a los demás, que no tendrán ningún problema por su edad pero pueden complicarle la vida a sus padres o abuelos al llegar a casa contagiados sin saberlo. No aprendemos y así será todo más difícil. Al final, y lamentablemente, será la vigilancia y la multa pertinente lo que haga entrar en razón y le quite la espuma de cerveza de los labios a quien no quiere entender donde estamos.
Me lo expliquen
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