Tranquilos, la fotografía es de archivo. Vista así, las ocho personas que aparecen en la imagen son menos que diez, el límite que ha puesto la medida de la FASE 1, de la llamada desescalada del confinamiento. Casi una tropelía si nos atenemos a otra más genérica medida que nos delimita una mínima distancia entre uno y otro que no conviva, un mínimo de dos metros de distancia física, que no social ¡coño!, por mucho que lo repitan. Pero ¿a quien se le ocurre proponer tan confusa y absurda medida? Si hiciésemos un círculo de amigos respetando los dos metros de distancia mínima obligada necesitaríamos un salón de grandes dimensiones, o casi una plaza de la Magdalena. Casi nada.
Verdaderamente esto de las terrazas mete miedo, pues ya vemos como no se guardan las distancias ya de partida, pues se juntan más de lo debido, pero aunque así sea por parte de muchos hosteleros, al llegar los clientes comienzan a mover los marcos como si fueran fincas para darles mayor fruto. Pero, claro, así no extraña que un bar de A Coruña, por ejemplo, haya decidido no abrir de momento debido a la experiencia del primer día, en que se agolparon personas que solo de haber uno contagiado en el grupo pues allá que vamos al Juan Canalejo nuevamente a aplaudir a los exhaustos sanitarios que ahora podrían pasar más por la propia idiocia de una sociedad que no se quiere enterar de lo que vale un peine.
A ver si aparece algún sabio por esta página y nos revela el misterio del permiso para que se reúnan alrededor de una mesa diez personas colegas cuando la capacidad de contagio es tan severa y difícil de frenar.