Hoy publica La Voz de Galicia una entrevista con el Doctor Juan García Costa, vocal de la Sociedad Española de Virología, por tanto una voz autorizada de la ciencia si tenemos en cuenta que ningún pelanas puede estar donde está él, precisamente en este cargo de una Sociedad donde las relaciones son más microscópicas que públicas o sociales. Pero es que Juan no necesita de esto último, lo sé bien, porque nos conocemos de toda la vida y nos quisimos bien. Es una pena que no pueda compartir en la red la entrevista porque está capada para quien no es suscriptor del periódico, y me parece bien porque es momento de comprometerse con los medios, pero valga en mi descarga que ya estoy suscrito a dos periódicos y no puedo más. A lo que iba, me parece bien que no me dejen compartir el contenido, pese a mi interés personal por el doctor García Costa, pero lo que me parece algo peor es el aviso en el propio periódico y al pie de la noticia reza: “Comprometidos con el servicio público. Ante la dimensión de la crisis sanitaria, una gran parte de los contenidos asociados al COVID-19 se difunden en abierto en nuestra edición digital para todos nuestros lectores”. Y esto no es tan cierto, a no ser que la cagada de la paloma cayo en este texto, según experimenté al respecto. El titular sí me lo dejó copiar: Juan García Costa: «Es mejor no tener vacuna que una que sea mala y dé una sensación de seguridad irreal»
Buen titular y pensamiento de una persona sensata y que no juega a quedar bien ni dar falsa esperanza. Como no se prodiga nada en los Medios, hoy sentí alegría por verlo ahí, y orgullo de amigo, porque a pesar de que la vida nos llevó por caminos diferentes, precisamente por ello puedo comprobar mejor este sentimiento, de una amistad que no necesita cultivarse porque se lleva muy dentro. Y como uno es nostálgico de los mejores momentos, yo traigo aquí una fotografía que nos hicimos en Benidorm hace cuarenta y siete años; éramos unos jóvenes a punto de entrar en la universidad, que nos regalamos la estancia en la ciudad mediterránea porque allí su madre y gran mujer, Fina, tenía un apartamento, así que gratis total. Fuimos en coche, un Seat 128 de Elier, el tercero, el que nos hizo la foto, pero ahí ya íbamos a medias; qué curioso, ahora que lo pienso, a medias en el coche pero no en el apartamento, así es Juan de generoso. Por cierto, llegando a Madrid reventó una rueda en plena autopista, menos mal que la pericia de Elier evitó lo que pudo acabar sin comenzar. ¡Qué bien lo pasé!; guardo otra fotografía en una discoteca donde ligamos un poco, pobres inocentes. Hoy, Juan es un señor Doctor y abuelos los dos, toda una vida vivida sin mantener relación cotidiana pero sin perder relación afectuosa eterna. Lo quiero, y me importa un huevo ser cursi, ¡está el momento como para cortarse en expresar los mejores sentimientos! Cuánto me alegro de ver a Juan destacado por sus méritos, y no me importa nada que no lo lea porque queda escrito para mí, y para los que lo lean.