Este acrílico sobre tablex de 80 x 150 cm, titulado “Músicos”, abre el catálogo de la exposición antológica que novacaixagalicia le organizó póstumamente en el 2012 al artista Virxilio, siendo la comisaria de la misma su propia hija, amiga Gabriela. A esta exposición le debo el nuevo marco que enderezó el tablex, ciertamente abombado por más de cincuenta años, sí, más de cincuenta años porque hablamos de una de las primeras pinturas de esta artistiña (hoy ya cabría hablar de 60 transcurridos). El cuadro fue comprado por mis padres en el comercio de Los Chicos en Ourense, donde estaba expuesto en el escaparate. Como es natural en mi caso (yo nunca hubiese podido adquirir una pintura de esta categoría) fue un regalo, en un reparto de mi madre a todos los hijos de una parte de su colección en la que me tocó en suerte Virxilio forever. Como otros muchos de la época, Virxilio mantuvo una amistad antigua con mis padres, de la que tengo testimonio gráfico magnífico y del que dejo parte en este collage de un viaje a Alemania juntos, que a continuación les cuento:
Y así hasta 41 hojas de un bloc pequeño que guardo con el mayor mimo posible.
Pues, como hago normalmente para los que no conocen al artista Virxilio, a continuación una crónica que hizo del Caño en el Faro de Vigo cuando murió Virxilio, y en la sección de colaboradores donde están todos los artículos de Santiago Lamas, subo el texto que hizo Lamas para el catálogo.
La muerte de Virxilio Fernández Cañedo tras una larga enfermedad, a los 86 años de edad, ha producido una gran consternación en Galicia. Virxilio era el último de los grandes de la plástica ourensana, después de que fallecieran Manuel Prego de Oliver y Xaime Quessada Porto. Con la desaparición del autor de las “Cachondas del Paraguay”, entrañables relieves, escenas de jazz y de los xistos, la pintura ourensana queda un tanto “huérfana” de primeras figuras, aunque hay otras generaciones de gran talento consolidadas, dispuestas a tomar el relevo.
Virxilio deja una profunda huella en la plástica gallega, con los miles de dibujos, tintas, acrílicos, óleos, relieves con tierras y xistos de su autoría, que marcan un estilo personal e inconfundible, enraizado en la más profunda tradición, pero también con incuestionable voluntad y compromiso de vanguardia. Se revela como “un maestro”, desde los dibujos que hizo con bolígrafo en Ourense (1954-1959), pasando por la apertura a las nuevas corrientes y el informalismo en París (1957-1962), la fecunda etapa de su estancia en O Cumial (1963-1974) –en la que destacan los relieves, paisajes y las “Cachondas del Paraguay”–, las escenas de jaaz realizadas durante sus viajes y estancias en Berlín y Colonia (1974-1990), hasta que se instaló definitivamente en A Eirexa, Tamallancos (Vilamarín), en 1993. Pero además, Virxilio fue un prolífico ilustrador, que confeccionó viñetas para la Gran Enciclopedia Galega y etiquetas para la comercialización de reconocidos caldos alemanes y gallegos.
Informalismo
El presidente de la Real Academia Galega, Xosé Luís Méndez Ferrín, contempla a Virxilio como “un pintor que llenó la segunda mitad del siglo XX, desde que se lanzó en la década de los cincuenta a hacer pública su arte”. Lo reconoce como “un gran intérprete del paisaje, pero también de la figura colorista original”, además de ser una persona “muy querida en toda Galicia”.
“La participación de Vixilio en el informalismo es muy interesante. Su proyección sería imposible, sin la experiencia del estudio de los materiales y de las texturas. Su paso por el informalismo condiciona incluso las etapas en las que hace pintura figurativa”, agrega Méndez Ferrín.
El expresidente de la agencia EFE y de la Casa de Galicia en Madrid, Alfonso S. Palomares –promotor de una de sus exposiciones en Madrid–, sostiene que Virxilio “fue un soñador con gran talento creativo”, y lo define como “un gran paisajista, que prestaba atención a todos los matices de su obra”.
El presidente del Pen Clube de Galicia, Luís González Tosar, reconoce a Virxilio como “uno de los grandes artista gallegos contemporáneos, que llevó a nuestra plástica a niveles de vanguardia universal y que mantuvo un compromiso ético y político con nuestra identidad”. A lo que añade: “Su obra trasciende el marco ourensano y gallego, para situarse entre los grandes de Europa”.
El alcalde, Francisco Rodríguez, señala que la muerte del pintor es “una pérdida muy significativa para la cultura gallega y ourensana”, al entender que Virxilio “era uno de nuestros artistas más personales. Su obra deja una importante huella, pues tiene la virtud de encarnar la esencia de nuestra cultura popular”.
El escultor Manuel Buciños sostiene que era “uno de los artistas con más personalidad de este país. Virxilio no necesitaba firmar las cosas, porque todo el mundo reconocía su estilo. Su muerte fue una gran pérdida. De los artistiñas de O Volter, prácticamente no queda nadie”, salvo escultores como Arturo Baltar, Acisclo Manzano y el propio Buciños.
Acisclo Manzano admite que Virxilio era “el pintor más grande de Ourense en la actualidad, al que admiró desde niño”. Lo define como “un gentleman del arte gallego, por lo que no tenía enemigos”.
Xosé Cid define a Virxilio como “un referente para la pintura gallega, uno de los grandes, que tenía un estilo inconfundible. Las pinturas de Virxilio son únicas. Era un artista con una gran personalidad”.
Baldomero Moreiras admite que Virxilio “marcó un estilo y marcó una escuela. Yo me siento seguidor de su influencia”. Y destaca las cualidades que atesoraba como persona: “No tenía enemigos, porque era un hombre tremendamente generoso, entregado al arte y a la amistad”.