Hay días que me siento especialmente contento en elcercano. Como si un ambiente especial me abriera el pecho para ver dentro y apreciara la fortuna que elcercano me ha regalado. Porque es un regalo, ciertamente, disfrutar de un espacio donde el encuentro humano brilla gracias a la personalidad de las gentes que lo visitan. Ciertamente, son distintas. Porque la verdad es que no es lugar de moda, ni está pensado para ello, sino, quizás todo lo contrario, donde la quietud se hace patente y favorable al estudio como para que médicos en busca de plaza fija u opositores varios conviertan nuestras mesas en su biblioteca informal, pero con más madera que algunas mucho más grandes y modernas. Esto en un bar que de por sí genera ya un espacio mágico, por mucho que se empeñen algunos en convertir grandes palacios recuperados por el dinero público en centros de vida singulares, que no dejan de ser anacrónicos. Si el bar es, pues y de por sí, un espacio mágico en general, a mí elcercano en particular me pone mucho más porque su calidez no la pone ningún objetivo económico (la moneda siempre será un objeto frío) que lo primero que mira al organizar cualquier cosa es la cuenta de beneficios, aunque sobradamente nos preocupe, sino vivir con otros un continuo momento único, de aprendizaje y placer por apreciar y sentir valores que en otros sitios no siento igual. Pues sí, esto que digo es lo que siento y lo que siento a veces en elcercano es este “no lo cambio por nada”. Ayer, por ejemplo, llegaron cuatro mujeres espléndidas, a las que se sumaron después dos personas más; una vive en Córdoba, la otra en Sudáfrica – los amores es lo que tienen, que te llevan hasta extremos insospechados como es el caso de extremo geográfico del continente africano – reunidas en su Ourense natal y disfrutando elcercano como lugar de encuentro donde pasaron la tarde. Y es reconfortante comprobar como ese objetivo de lograr que el espacio sea lugar de encuentro lo conseguimos en parte. Me encanta también el rincón de los libros, porque hubo un cambio maravilloso del mismo; este cesto de libros lo tuvimos en el pasillo de paso hacia los baños y la sala de actividades, como un chambo para intercambiar libros; poca gente miraba para ellos hasta que ahora lo hemos pasado con mueble incluido a la entrada y poniéndole precio a los libros, aunque tan solo sean dos euros; ya compraron seis y es que lo gratis equivale a lo que no vale, o sea que ¡felices! por el cambio. Y ayer también llegó un hombere, de estos solitarios que a mí particularmente me conmueven, con vidas e historias singulares que se alejan de lo correcto, y estuvimos charlando un poco de todo, hasta de filosofía la bendita; Roberto me pidió que le enseñara las láminas de May, que estaba preparando para el juego que conté anteayer, y me conmovió observar su deleite al mirar una a una, separar tres, sonreir para dentro de haber encontrado algo que conecta en el interior de las personas, sin prejuicios ni modas, libres para advertir la belleza del arte donde otros, tal vez, echen cálculos de lo que van a hacer inmediatamente para obtener algún interés, etc. Hoy estaré un poco ñoño pero la verdad es que ha merecido la pena esta aventura, aunque solo sea para la minoría que nos acompaña en la misma, con esa minoría voy a misa.
- Sección: Noticias
- Publicado el 30 enero 2020
- Por Moncho
¿Por qué me gusta elcercano?; por una forma de ser única de las personas que nos visitan.
Comparte esta noticia:
Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp
Email
Imprimir