Se cerró el festín de la Navidad. Ya no hay compras que hacer ni espectáculos que ver. En todo caso, cambios de regalos. Ya solo queda la resaca de unos bolsillos vacíos por el gasto excesivo que luz, ruido y virus de alegría ficticia nos ha provocado. Ahora toca “Rebajas”, que ya no sé si tocan o retocan, pues los precios fueron rebajados mayormente, o en grandes cadenas, en estos días previos. Toca también dormir la borrachera, o hacer cuentas. Como las harán en el Concello, desde luego. 385.000€ gastó Ourense para animarnos a ser más buenos, ese es el espíritu navideño, aunque la verdad el espíritu es lo que menos importa, es el espectáculo que invade todo actualmente. Por ejemplo, hay que ver la Cabalgata en qué se ha convertido: en lugar de villancicos suena el “Despacito” con un grupo musical carnavalero; los animales son de pega, mucho globo y poca carne, pero claro está que los especistas cada vez somos menos, y hablo de especista sin ningún atisbo de maltrato animal, por supuesto que jamás desearé, y que me perdonen Peter Singer o Paco Sarria; pero no todo van a ser críticas de que no sea una cabalgata apropiada a la temática de los Reyes Magos, a excepción de las tres carrozas, o que tarde mucho en pasar dado el frío que se mete dentro de uno por pasar mucho antes que la cabalgata, pues hay que felicitarse porque por primera vez se hubiera vallado todo el recorrido y así se eviten discusiones entre el público que se posiciona desde mucho antes con el jetas que llega justo y se cuela porque él lo vale. En fin, que vaya con Dios la Navidad pues muchos de los niños que le dan sentido lamentablemente ya se han ido de Ourense hacia los puntos de la diáspora donde viven. A ver si algún día nos hace la Navidad el regalo mejor de que se queden definitivamente, aunque no haya fastos de 385.000€ y a música la pongamos en casa.
Así como contamos la cabalgata de la región, en otra región publica crónica el amigo Chicho, con quien tengo pequeña discusión sobre los vetos o no de la región. Y a mí que me da que sí, a él que no. Es cierto que tiene gran ascendencia familiar, no nos olvidemos de que su padre, D. Alejandro fue director de La Región, pero le preguntaré honestamente si en esta pequeña crónica de su sección “Deambulando”, donde los nombres son tan necesarios desde el punto de vista periodístico – no en vano me lo sé porque yo mismo escribí mucho tiempo “Percepciones” en el mismo periódico, donde el eje era la negrita del nombre propio- el genérico de editor tapa el propio es por motu propio o indicación de otro. No importa, ya sé que si no está conmigo estás contra mí, pero es lo que es, y en cualquier caso un asunto particular entre el amigo Chicho y yo sobre quien tiene razón al respecto. También en la comunicación escasa que hacemos de nuestras cosas tiene que ver el eco escaso de los medios de comunicación, especialmente este, pero, insisto, el tiempo quita y da razones, querido Chicho.
Asisto en El Cercano a la presentación de la segunda edición del libro O Noso Camiño, ese que Otero, Risco y Benchosey anduvieron de Ourense a San Andrés de Teixido, no creo que siguiendo el credo teixidiano de “Quen non vai de vivo a San Andrés, vai de morto alomenos tres”. Presentó, casi a la carrera, el autor de los textos, Santiago Lamas, que de tan huidizo hubo de coger el editor el testigo más que el micro para continuar esa presentación y la de los retratos de Conde Corbal, de los eximios de la generación Nós, por una revista así nombrada o viceversa: Cuevillas, Risco, Otero, Noguerol, Castelao, Losada, Cabanillas… incluso un autorretrato del pintor. Poca gente y no por que los Nós no atraigan, al menos sí a los nostálgicos, si no por carencia de comunicación del acto donde no faltaron Ruti Conde, hijo del pintor; Afonso Monxardín, secretario de la Gallega de la Lengua; Willy García, María Bouzo, Quiques, Paloma y unos cuantos viajeros de la reedición de ese camino de tan buen texto que, en mi opinión, supera al de aquellos eximios andarines de chaqueta, pantalones con raya, corbata y zapatones de suela o zapatos de tafilete. Una heroicidad la de estos viajeros por aquellos caminos.
Foto de Martiño Pinal (de La Región)