Hoy me he levantado con un buen regalo de Reyes, o de siervos si tenemos en cuenta su precio en céntimos. Regalo que ya he disfrutado, pero que me ha dejado un regusto de sobra para compartir. Es lo que hago. Y es que el tiempo mañanero de primera hora que dedico diariamente a la lectura, hoy lo he cambiado de surco como un vinilo de 33 revoluciones, pues desde el libro de turno he pasado al suplemente cultural de la “esfera de papel” del periódico EL MUNDO. Hacía tanto tiempo que no leía en casa un suplemento de éstos que hoy lo he sobado hasta arrugarlo de tanto pasar sus hojas por simple placer de escuchar ese ruido natural de papel periódico que trae infinitos recuerdos. Eso sí, tengo que confesar, con propósito de enmienda y en aras de mi conciencia más blanca, que lo robé; quizás exagere un poco, pues más que robo fue hurto, además de cometer el ilícito a media tarde en una cafetería medio apagada por la llegada nocturna y donde estos apósitos del café se encuentran medio abandonados en la alacena que a primera hora los hace lucir espléndidos para pasamanos de ojos curiosos y bolsillos tacaños. ¡Vaya regalo, disfrutar de ciertos recuerdos despertados por el hecho de tenerlo entre mis manos! Por ejemplo, tiempos de la fotografía, 19 años en París, de viaje familiar, donde con mis tres hermanos parecíamos una banda, no de malhechores sino de rock, y tiempos en que cometí otro para de robos, también más bien hurtos, al sacar sin pasar por caja de las galerías LaFayette un jersey de aquellos molones de la época que ponían en círculo las letras UNIVERSIDAD DE YALE; también recuerdo haber robado de las Galería Macy’s en Nueva York -año 1974- una camisa Levis de cuadros que me dio mucha seguridad durante un tiempo para intentar las aproximaciones al sexo contrario cuando eran libres y espontáneas. En mi descargo, además de la confesión y el ya anunciado propósito de la enmienda, decir que nunca le robé a nadie humilde y en inferioridad sino en estos sitios donde conllevaba un riesgo para alguna parte de mi integridad humana; la inconsciencia juvenil fue la mejor aliada para que no me detectaran, creo.
Pues bien, el suplemento de hoy me trajo el recuerdo dulce de un tiempo juvenil donde la vida juega la mayor parte en el futuro lleno de sueños y con la potencia propia del organismo que aún no empezó a declinar. Me trajo el recuerdo de los Babelia, almacenados por años por mi cuñado Domingo, que era como una Biblia de sus lecturas e inquietudes. Y me trajo el placer de los contenidos que nos procuran estos suplementos.
Hoy, por ejemplo, la entrevista con el filósofo llamado de la hipermodernidad, Gilles LIPOVETSKY, que dice cosas interesantísimas, pero, por lo que me toca en un interés que mantengo desde hace tiempo por el tema, destacaré las que menciona sobre el papel del Estado en la cultura: “la función más importante de un Ministerio de Cultura es la escuela y la formación artística; lo demás me parece puramente institucional. NO creo que la función del Estado sea promover la cultura, que es un cometido de la sociedad civil. No estoy de acuerdo en la subvención del arte, porque lo burocratiza. La democratización de la cultura está invertir en las bases, las escuelas, los talleres,… y todo ello de modo descentralizado e igualitario”.
Leo a continuación la crítica que hace Manuel Llorente de una sátira sobre la locura del Brexit que publica Anagrama del gran Ian Mcewan y que titula “La Cucaracha”, trasunto de la Metamorfosis de Kakka. Por cierto, 126 páginas y 17,90€ resulta para mí una relación desajustada.
Me sorprende a continuación la entrevista a Simón Partal, poeta joven que dice cosas tan ajustadas al día de hoy como que “La poesía no tiene espacio hoy porque requiere un esfuerzo que tiene que ver con la paciencia y la educación de la vista. O que habla de una sociedad infantilizada y zombi, que resiste a base de Netflix y Bromazepan, y donde la salud es posibilidad de producir que no de vivir. En nuestra convivencia el odio, la estupidez y el desprecio ganan cada vez un mayor espacio, y la bondad, en lugar de ser nuestra principal virtud, significa falta de carácter”. Me gusta, quizás sensibilizado especialmente estos días por tener encima de la mesa los 29 poemarios que llegaron para concursar en nuestra cuarta edición del premio poesía elcercano, que aún está a la espera de un mecenas como dios manda pero que sin él también seguirá caminando en la búsqueda y descubrimiento de personas como Simón Partal, personas y poetas que merecerán toda la pena que sea.
La cárcel ourensana
Una representación teatral en Matadero de la que informa este suplemento me da la idea que traslado al concello de Ourense desde aquí y hoy mismo para recuperar la cárcel abandonada de Ourense para la cultura, en una fórmula parecida a la del centro cultural madrileño. Una recuperación mínima con el fondo viejo de paredes que no obstaculizan la creatividad ni mucho menos; la última vez que fui con ocasión de la exposición del gallego Leiro entendí que el lujo de un Banco de España no es necesario para sumar nada a la fuerza artística de una buena escultura, representación o sala de pintura. El interior, más importante y trascendentes que toda la superficialidad banal de decorados al uso y gusto de los pisadores de alfombras.
Más y más cosas del suplemento que me hacen doblarlo con fricción de deseo por aprehenderlo y que no se vaya de mi vista la belleza del conocimiento y referencias para ahondar en él. Por ejemplo, y para rematar, las entradas sobre cine o la entrevista a Paolo Sorretino, el mismo que me hizo contemplar la escena más sugerente y bella de mujer desnuda que haya visto nunca, por alejada de cualquier lujuria, en su película ‘La gran belleza’.
Con todo esto, ya quiero otro domingo con suplemento cultural, que compraré… o sisaré si veo que la gente pasa de él; de lo último, si es última hora, claro.