Salgo del negocio alrededor de las once de la noche. No hay nadie en la calle que transito hasta mi casa. Pero ellas ahí están. Como musas inspiradoras de un octavo arte, flotan en el aire formas lumínicas con pretensiones artísticas. No me parece mal que intentemos alegrar los espíritus de la gente, ciertamente cabizbajos con datos tan contundentes como el de hoy mismo: “Ourense lidera la caída de autónomos en toda España ligados al comercio ” ( Fuente: https://www.laregion.es/articulo/ourense/ourense-lidera-caida-autonomos-ligados-comercio/20191210234305912099.html), pero seamos conscientes que el intento es artificial. Precisamente es el dato referido a las luces a pie de suelo, esas que iluminan verdaderamente el paseo de los peatones por las calles la de los locales comerciales en bajos abiertos de actividad, lo que no debe preocupar. No me parece mal que se intente alegrar los corazones de los deprimidos ourensanos, como no me parece mal que a un enfermo con lesiones graves y dolores se le aplique un sedante momentáneo hasta que se ataque el origen de su mal, pero siempre y cuando se pongan manos a la obra contra las condiciones insalubres que en gran parte han provocado esos daños; todo lo demás nos lleva a la adicción, no es eficaz ni pertinente. ¿Hablamos de recursos, quizás? Hablamos de no suplantar con Prozac a Platón, siguiendo a Marinoff; este es el tema. La conclusión de esta reflexión viene dada por tan desoladora imagen de una calle desierta iluminada con luces de colores sin presencia humana, luces que decoloran el sentido común por ser tan anticipadas a lo que debiera, y claro exponente de una sociedad de rebaños que viven compitiendo por cual se despeña antes. Yo, yo, yo el primero; es lo que cuenta. Sin remedio.
El realismo mágico contemporáneo y las luces de Navidad
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