Qué coñazo. Vuelta a llevar al rebaño al precipicio. Ni Séneca nos salva de este luto en que nos mete el disfraz de luces y descuentos en marcas que tiran por el suelo la salud de los pequeños comercios. Gente a la calle como si temblara la tierra, seducida por las campañas comerciales de grandes firmas y multinacionales que cuentan con la connivencia de un aparato de Estado que se vende mejor al poder del dinero que el mayor saldo ofrecido en este viernes por el mas guay de todos los mercaderes. Menos mal que este año, al salir del chollo a las once de la noche no tuve que tragarme el sonido de altavoz en la esquina de la calle tirando con watios a todo trapo contra la paz de la ciudadanía. Pascal Quignard, ¡sálvanos! No puedo entender como cantidad de peña se deja seducir por este canto de sirenas que me la pela pero vacía los bolsillos de muchos otros que mañana andarán pelados y sin gracia. Viernes convertido en semana y previsiblemente en futuro de un mes, o de todo el año, porque si esto es la felicidad pues bien podríamos ampliar su tiempo. Tal como la navidad, o las luces con tal excusa, que ya comienza en noviembre y con estas ganas de competir que les ha entrado a los alcaldes pronto será en octubre. El caso es ser felices, así que a encender las bombillas que apagan otras luces, pero que a nadie importa.
Black friday
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