Pues sí, hoy iba a hablar del aviso que nos da Bruselas sobre la economía, que acojona bastante pero no sorprende, al menos al que piensa más allá de su interés y piensa en el país. La cosa no pinta bien, la deuda no se rebaja sino que aumenta y esto con una inflación que no se detiene, amén de una bolsa de pensiones que tiene más agujeros que un queso gruyere. Pero los gobernantes están encantados de haberse conocido y p’alante cuñao que nos forramos, sin ERES pero con cualquier otro procedimiento que … ya veremos.
Pues sí, no iba a hablar y ya hablé algo de lo de Europa advirtiéndonos de que no vamos bien, pero lo que quería es hablar de mi entrañable elcercano, porque ocurren cosas con amigos que a mí me ponen, sencillas cosas pero muy valiosas para compartir en vivo y directo. Y es que estar detrás de la barra de un café te da una posibilidad de observar la vida que pocas profesiones se le pueden igualar en este sentido. Hoy tocó en la barra del bar la sentada de un amigo, Luis, que se tomó algo; descolgó su chaquetón y lo puso en el respaldo de su taburete; enseguida salió al porche a hablar por teléfono. A continuación llego el querido Alfredo y se sentó en el taburete de al lado; como si los hubieran clonado, hizo lo mismo que Luis: puso su chaquetón en el respaldo de su taburete, se tomó el café y salió a fumar un cigarrillo, dejando s pertenencias igual que el otro. Alfredo regresó para ponerse el chaquetón y despedirse, pero antes de irse sacó del bolsillo unas llaves que no eran suyas, y otras, y también un paquete de tabaco que no era su marca; un tanto sorprendido comentó: “fijaros como ando de despistado, que debí coger estas llaves y tabaco en alguna mesa y me las guarde en la chaqueta”. Se puso el chaquetón y marchó. Al cabo de cinco minutos volvió a entrar al café el amigo Luis, y le preguntamos si eran suyas las llaves y el tabaco. Claro que sí, pero estaban en el bolsillo de mi chaquetón… ¡coño, pero si es que se ha llevado mi chaquetón y dejado el suyo! Efectivamente, no es que hubiese metido Alfredo las llaves en sus bolsillos por puro despiste, lo que pasó es que cambió el chaquetón y se llevó puesto el de Luis. Llamé a Alfredo y se lo conté; dio la vuelta y encontró su chaquetón, parecido en el color pero no del mismo tejido, dejando el de Luis al que era de Luis y a Dios lo que es de Dios. Los presenté y charlaron un ratito, el suficiente para cascarles la foto por detrás, con los chaquetones protagonistas. Y estas son las cosas sencillas del querer a las personas entrañables que nos vienen a ver.
Y volvieron las brasileñas a darnos cuenta del día en la Ribeira Sacra. Unos vinos y la simpatía desbordante, Pero aquí no quiero contar nada pues Chicho quedó de relatárnoslo en una crónica de las que hace en el periódico.
El cuadro es de Pulido y está en la sala de espera anterior al despacho del conselleiro de cultural. LO pongo porque hice un pequeño juego en el Facebook sobre lugares para ubicar y adivinar donde se encuadró esta fotografía era uno de ellos.