Hace aproximadamente un año denuncié en redes sociales esta pintada que llevaba tiempo viendo en el casco histórico de Ourense. Me parecía tan sangrante por el mensaje en sí que lo menos importante en este caso, para mí, es la tinta que mancha la piedra de la fachada de un edificio construido con respeto a la estética y patrimonio urbanístico de la ciudad vieja, o parte de la ciudad existente desde hace mucho tiempo. Es el odio que trasciende de ella. Hoy la he vuelvo a traer, desgraciadamente, porque la pintada sigue ahí, insultado la sensibilidad del que tiene ojos para ver y que está en contra de la violencia como regla primera de la convivencia. Precisamente ahora, que asistimos a momentos de violencia cívica en Cataluña y que se habla de presuntos delitos en ciertas consignas que se proclaman con algunas protestas por la independencia, tenemos en nuestra casa, en el centro del casco histórico una pared que se mete con el compromiso de cualquiera que tenga poder de eliminar esta pintada alusiva a matar policías ¡manda carallo!; y todos mirando para otro lado. Hoy subí al despacho de Cesáreo, secretario de la Asociación de Constructores de Ourense, dueños del edificio, para transmitir mi malestar y me explicó que están hartos de gastar dinero en limpiar lo que al día siguiente vuelven a manchar los vandálicos imbéciles que salen indemnes de sus tropelías. Le hablo de una cámara y me dice que tampoco pueden por aquello de la Ley de Protección ¡otro más, manda carallo!, leyes que parece se hacen para salvaguardar la responsabilidad de delincuentes y atacar económicamente algún fallo de un pequeño empresario que utiliza ocasionalmente su propia base de datos para vender su mercancía, por ejemplo. Yo no sé lo que habrá que hacer pero sé que hay que hacer algo. Si fuera alcalde, me imagino que ellos sí podrán salvar esa Ley apuntada anteriormente, y en aras de crear una ciudad mejor en todos los aspectos, les sugiero poner cámaras en según qué lugares y perseguir a los pintamonas hasta las últimas consecuencias y la mayor cuantía posible de las multas. Ya está bien de permitir que los derechos humanos mínimos no se respeten.