En la Glorieta Embajadores está Tabacalera. Hace cuarenta años había poco que ver por allí, al menos así me lo parecía a mí que no aparecía por Embajadores ni a la de tres. Pero cambian los barrios, las zonas, los polos de atracción y hoy no es igual que ayer, y si a Arguelles, por ejemplo, llevo tiempo sin pisarlo a pesar de que fue uno de mis barrios entonces, a Embajadores a ver a Leiro en Tabacalera. La obra de Leiro pues él no estaba. May Gañán me despertó la curiosidad por verla con sus elogios. Merecidos. Leiro es espectacular, desde que entras en el primer espacio donde te recibe LEVIATÁN hasta los viejos corredores donde hay obra del escultor para dar y tomar, y hacer apuntes, todo el espacio lleno de dibujantes sentados en el suelo o sillas portátiles. Es curioso observar como por momento parecen confundirse todas las formas, de madera o humanas, entre los que pintan, los visitantes o las propias esculturas, todos formamos parte de la exposición. Es espectacular ver los nichos, que a mí en particular no me gusta la temática pero las formas esculpidas son caralludas. Una hora dedicada a ver arte está muy bien, es decir, que la cosa es muy potente para fijarnos tanto rato en ese edificio donde se oyen gritos y ruidos detrás de unos tabiques.
Después a la Casa Encendida, y ahí ver una exposición que no entiende ni el padre de la criatura por mucho que nos la intenten explicar, que casi es peor.