Entramos en el otoño después de un verano climatológicamente malo; malo para aquellos que buscamos el calor y la luz poderosa del sol sin tamizar por las nubes. Un verano que se arregló algo en septiembre, cuando para los currantes ya hay encierro y la noche baja antes. Dejamos el mar a la vista por la visión del trabajo que nos ocupa mientras no nos pasen pensión, con la que ya este discurso varía. Pensiones, trabajo, leyes para la mejor convivencia, son asuntos que dependerán de lo que en este otoño llega en España, con nuevas elecciones para tenernos entretenidos, ahora añadiendo un elemento más en la competición por ganar escaños y que tiene cabreados a los Podemos que van a poder un poco meno por culpa de este elemento llamado Errejón. Parece que hay venganzas que se sirven frías por mor de liderazgos en egos crecidos. Será noviembre un buen mes para los elegidos, porque son los parlamentarios personas que cobran sin trabajar y ¡de qué manera cobran!, a la vista los meses que llevan tocándose sus partes pero sin perdonar siquiera los complementos ¡jetas, más que jetas! Menos mal que el otoño nos llega con la presentación en Madrid de nuestro libro O NOSO CAMIÑO que poco a poco va abriéndose camino porque camino se hace al andar, y paso a paso estamos andamos sin ninguna maleta de apoyo que bienvenida sea. El jueves os esperamos en La Casa de Galicia.
Mientras esperamos el otoño leemos a Javier Marías su artículo semanal de El País, donde reflexiona acertadamente sobre “como tocar se ha convertido en algo pecaminoso y en una agresión” y como “la gente debe pagar para que el tacto no desaparezca enteramente de sus vidas”. O sea que de tanto prohibirnos pasar una mano o brazo por el hombro de una mujer, o al menos conminarnos a no hacerlo bajo la espada acusadora de acoso que puede cortarnos la cabeza, va a resultar que cuando nos demos cuenta nos encontraremos tan necesitados de tocamientos n obscenos que pagaremos por ello. De hecho ya ha surgido en USA una industria que explota esta soledad adquirida ofreciendo abrazos y encuentros donde se pueden coger las manos sin problema. También hay personas que se dedican voluntariamente en la calle a escuchar a personas que se encuentran solas y que no tienen con quien desahogar. Ojo, pues, a esta radicalización que resulta mirar suciamente lo que únicamente es cortesía y ganas de agradar; aunque se utilice el contacto no hay nada malo, lo peor surgirá de esta represión imbécil que nos están proyectando.