Si la máxima aceptada “Cualquiera que quiera saber, que lea” se extiende al periodismo, pues que lea El Director, de David Jiménez. Es una recomendación personal de un periodista sin ejercicio porque tal vez lo que denuncia Jiménez en su libro lo intuyera de becario hace casi medio siglo. Es reconfortante comprobar que la neurosis de uno no es tal y sí más bien real que la prensa está vendida al poder económico y político, en general. Por aquí, en provincias y en general, lo advertimos claramente en el tratamiento de mucha información que se orienta hacia el sol dinero que más calienta, con la grave injusticia que comporta por el otro extremo acallar otras informaciones que un ciudadano debería conocer pero que al poder no le interesa. Es como la vida misma, pero, entonces, que no vayan de héroes y cuarto poder cuando son simples herramientas del mismo. Celebro enormemente que surjan tipos como David Jiménez, a quien van a buscar a USA para convencerle de la oportunidad profesional que supone dirigir un diario nacional de la importancia de El Mundo, negociando los extremos que éste pone encima de la mesa sobre su capacidad de decisión y ejecución para el nuevo proyecto, y que lo que se encuentra es un mundo desconocido debajo de la mesa que además es oscuro y sucio. Además de mostrarnos como se cuece el periodismo hoy, con sus juegos de intereses económicos y de poder, desgraciadamente por encima del oficio de informar, es un relato de defensa de los principios del individuo frente al bienestar de un acomodo laboral que le resuelva la faceta económica de por vida a ese mismo individuo. Es la Verdad contra la Comodidad, que diría Schopenhauer, que en un oficio como el periodista, si cabe, es más importante que en cualquier otro por el sentido de servicio público a la comunidad que conlleva, claro está que es oficio en decadencia. Celebro que existan periodistas como David Jiménez que no se dejen manipular al ciento por ciento que pretende el Jefe, incluso hasta el momento final del finiquito donde la cláusula de “Pacto de Confidencialidad” la salva en extremo suficiente para poderlo contar, como lo ha hecho en el libro. Romper el silencio, denunciar los Acuerdos (pactos secretos entre empresas periodísticas y económicas del Gran Poder, o políticas), convertirse la prensa en propio Stablishment, y reconocer los errores de los periodistas que no están acostumbrados a hablar mal de sí mismos, es algo saludable para el lector, porque, al menos, ya no piensa que es tan loco como a veces dudaba de ser por ver relaciones de poder que todos niegan y son evidentes. Gracias, David Jiménez, por el libro que nos has dado a leer, y si por el no estas haciendo muchos amigos, aquí te queda la mano tendida de uno al que le gustaría estrechártela bien.
- Sección: Noticias
- Publicado el 9 mayo 2019
- Por Moncho
¡Olé tus narices, David Jiménez!
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