Hace muchos años que no lo leo. A Bukowski. De joven inspiraba un poco su marginación y forma de decir tan provocadora. Ahora ya no encuentro el interés suficiente para releerlo. Con los años que se van cumpliendo no hay tiempo suficiente para ello. Pero anuncian algo nuevo del escritor maldito, de la mano de Anagrama, con esa portada amarilla que quizás aquí nos revela el paso del tiempo, que reune unos relatos no publicados anteriormente por la editorial pero sí aparecidos en revistas porno como Hustler y Oui.. Son piezas bañadas en sexo y alcohol, escritas a pie de calle, con la rebeldía propia del escritor golpeado por la vida ya desde cuando era niño. Las campanas no doblan por nadie, dice el título, que habrá que ver si se pone a tiro, aunque, para mí y como decía antes, parece llegar un poco tarde.
EL Rock español se reivindica como un activo cultural desde la rebeldía
Así titula a toda página esta noticia. Eufemísticamente, sin duda, pues el entorno que cita a los personajes que salen en la foto (nadie se resiste a esta fuerza), precisamente no es el más propicio para hablar de rebeldía. Hablar de rebeldía desde el atril montado por la Diputación y en un salón de actos de ABANCA, hombre, la verdad es que choca un poco. Rebeldía es una palabra que exige mucho más de lo que se desprende en esta imagen. Es como llevar un foro de futbolistas a la casa de la RAE y titular que la gramática la impone el fútbol “por pelotas”.
El deseo y la literatura
Este fin de semana parece que le tocó hacerse notar al pasado. Evocando al escritor Bukowski que vuelve con esos relatos rescatados para el lector de esta parte del océano; comentando el encuentro de viejos rebeldes que han dejado de serlo sin darse cuenta siquiera; y con el inicio de una novela que me pasa un amigo de otro amigo suyo, no sé aún conque intenciones pero cualesquiera que sean siempre serán buenas, y que habla del deseo y sexo en un pasado recordado en su tercera edad por la persona que lo cuenta en primera, y que me ha dejado enganchado a leer más.
Pues bien, a veces apetece reverdecer con el recuerdo instintos de otro tiempo, ahora ya tamizados por cierta sabiduría de lo que de verdad cuenta, con una especie de creatividad sustitutiva del cuerpo que dibuja historias llenas de otra sensualidad más mental y estética. Con el recuerdo se puede volver a vivir ciertos episodios que nos satisfacen desde otra altura – o bajura- de miras, y por ello no es extraño rescatar imágenes reales casi olvidadas para hacerlas nuevamente nuestras y compartirlas literariamente. Yo no sé si será mi caso alguna vez, ya me gustaría tener talento para poder hacerlo, pero si llegase la ocasión de echarme la manta a la cabeza, diferenciaría la portada de mi libro de la de Anagrama con una participación especial, la que le solicitaría a mi amiga May Gañán (para muestra, el dibujo de arriba).