Ya hace tiempo que venimos denunciando este tema de terrazas en las calles ourensanas. La anarquía es media, pero no porque no haga lo que le sale de la gana el hostelero que dispone del lugar público a su antojo, sino “media” anarquía porque la Administración la consiente y más aún la motiva. De vez en cuando, y según a quién, calza una multa por el exceso de veladores a cualquier pobre bar que está hasta los mismísimos de luchar contra los molinos de viento de los locales poderosos. Pero esta intervención es pura cuestión de estética, fea como el demonio sí, pero estética en cuanto trata de que sea un lavado de manos a modo Pilatos. Ayer yo me senté en una de estas horribles terrazas, sucias y llenas de palomas que en cuánto giras la cabeza están encima de la mesa picoteando patatas y tirando vasos con su aletear y movimientos voraces. Me senté porque allí estaban dos amigos como Cándido y Andy, y quería charlar con ellos. Pero al momento vi la escena que me tiró por los suelos la autoestima al estar sentado en una de esas sillas mal puestas: la señora que aparece sentada en un banco público estando rodeada de sillas y mesas de hostilería; no es fácil deducir la incomodidad de esta mujer solitaria entre toda la gente consumidora a su alrededor que sin duda incrementará su sentimiento de soledad; hasta levantarla pronto de su asiento porque, sin duda, se sentiría rara entre los otros. A mi la imagen me parece triste, algo patética quizás, donde los bienes (en este caso muebles) de lo público son fagocitados de esa manera por los intereses privados. Una pena, una vergüenza, unos políticos que no ven lo que cualquier ojo abierto al civismo observa. ¿Será que ellos, los políticos, son los más incívicos? ¿Qué será?
Xulio López Valcárcel y Dios
Pues sí, helo ahí presentando su libro sobre “A Invención dun Deus. Xesús de Nazaret”. II A configuración do mito. De Mesías a Deus. La verdad es que Dios da más de sí que cualquier tema, a no ser que uno se crea dios y entonces el tema es tan pobre que no merezca la pena hablar de él. Un tipo cordial y agradecido, y como otros muchos que pasan por nuestro espacio sorprendido que existamos. Este cuento me lo conozco, que nos reconozcan pero no como profetas en nuestra tierra. En fin, frente a Dios todo lo demás es pequeño, por tanto una alegría recibir los abrazos y consuelo de gente como Xulio.