Para alguno han finalizado las Navidades. Retiramos el árbol, pinchamos globos que manteníamos de adorno recuerdo de estos días atrás. No hay tu tía, es decir, ya se fueron los nietos y con ellos la alegría de estas fiestas que, por sí y por la edad, ya no hacen ninguna ilusión, a no ser que nos venga la fe. La estación de ferrocarril de Ourense se queda pequeña en estas fechas porque hay demasiada gente que se ha ido de Ourense a buscarse la vida y vuelve a casa con el almendro por Navidad. A mí también me toca y cuando los veo partir con pena me cago en Ourense y sus muertos, porque en algo me he de cagar para no tirarme de los pelos. Ciudad y provincia que se pasa la vida cantando sus excelencia a través del periódico encargado por el régimen para hacer creer que la inoperancia es algo que no tiene nada que ver con los gobernantes. Se pasan el día vendiéndonos humo con inversiones y conceptos anglosajones que nunca dicen nada que no sea un algoritmo nuevo que no entienden ni ellos, esos que hablan de ciudad inteligente, star no sé qué, y todo el rollo que solo sirve para limpiarse el culo con él. Es difícil no rebelarse, aunque solo sea en plan desahogo y con la pluma, ante los paletos inmensos que solo saben copiar lo hortera que se da en la modernidad más insultante e imbécil. Mientras, languideciendo cada día un poco más, porque el color se lo dan a la fachada del Ayuntamiento con esos reflejos que concitan la curiosidad de una ciudad acrítica y pasiva.
El top manta
Porque ciudad pasiva e indolente, pero aún más, cómplice consciente de la realidad, como la nuestra es difícil de encontrar. Por mucho que la ourensanía entera con sus batallones paniaguados y culturetas integrados digan lo que dicen, que no estamos tan mal, que somos maniáticos los que nos quejamos, la cosa es que no se puede volver nadie a su tierra porque las oportunidades que les brinda ésta asustan a cualquiera. Pues bien, no hay ni una idea, ningún plan, para intentar que regresen algunos de éstos ourensanos que están fuera. Mientras, los que están dentro y no pagan impuestos, pues a comerciar con lo que su mafia les ponga al alcance. Y no solo miramos desde el poder político hacia el otro lado sino que compramos en los chiringuitos porque el ombligo tiene que ser bonito. ¡Qué falta de empatía con el comerciante de casa! Esto es estúpido, pero callan como borreguitos.
A Coruña
Y para finalizar, consolándonos con otros dirigentes actuales en otras plazas, pensemos en la idiocia que se le ha ocurrido al Concello de A Coruña con la Reyes Magas, que ni son reyes, ni magas, ni nada de nada. Como aburren estos ideólogos de pacotilla que están consiguiendo que veamos con más simpatía a los que luchan frente al feminismo más estúpido y la falta de respeto a las creencias de los demás-