Me encanta la imagen, porque me encanta el ambiente con falta de luz, sobre todo ahora que se ha puesto por las nubes y sigue subiendo, esta luz de negocio mas oscura que su propio apagón y que dispara los recibos a unos euros que podrían alimentar varias bocas al mes. Y con el sol pegando con fuerza sin poder utilizar su transformación energética, no se sabe muy por qué. Me gusta elcercano así, en penumbra, con la luz única de la pecera dándonos su toque y llamando al curro mientras elucubro con estas cosas.
¡Danos tu luz!, podía ser un eslogan publicitario para atraer al cliente que necesita cualquier café aunque lo nuestro no es exactamente un café al uso, más aún si el uso es moderno. Pero más luz nos dan, de vez en cuando, testimonios como el de hoy, de un joven llamado Julio, que ha encontrado en elcercano un refugio desde donde escribir. Hoy nos ha facilitado un texto que pasamos a continuación:
Tu que me escuchas ahí, donde quiera que estés. Te contaré una historia, en pocas palabras.
Creo que empezaré con una breve introducción de este humilde locutor; pues no me lees, yo te hablo, a todas horas, sin saberlo. Soy aquello que aparece cuando piensas. Soy aquello que se extiende cuando la oscuridad inunda tu alcoba. Soy aquello que te acompaña cuando caminas solo en la noche. Me han puesto muchos nombres, donde quiera que vaya me odian y me temen, pero me aman y me buscan de igual forma.
El sempiterno en mil momentos, el audaz de las tinieblas. Me puedes llamar de mil maneras, pero aquí me conocen como silencio.
En esta alborotada humanidad, no tengo cabida tal cual. La gente no respira o se para a pensar.
Es la primera vez que visito este lugar. Esto es lo que todos llaman bar.
Es el último de muchos, pero el único de tantos. Entro sin hacer ruido. Me acurruco en una esquina. Nadie me ve, por supuesto. Soy invisible, para estos ojos ciegos; o eso creo. Poco a poco me extiendo, aquí no tengo impedimentos.
Empiezo a observar a los individuos que pululan sin cesar. Unos salen, otros entran. Se quedan o se van. Fijo mi atención. Ya tengo víctima.
Me acerco lentamente, no me oye ni me siente. Tomo asiento, no interrumpo. Tu tranquilo, yo no hablo. No hago ruido ni molesto. Me quedo quieto y… comienza el espectáculo.
Me encanta está aburrida humanidad. Dicen ser originales, cada uno sin igual. Mienten más que hablan, pues la prueba aquí esta. Me voy a cualquier parte y los miro desde arriba. Hablan sin cesar, dan voces, gritan. Dicen mucho y nada en realidad. Esas pantallas negras, pequeñas sobre la mesa, se enciende de cuando en cuando, atrapándolos. Se olvidan de donde están, los otros le dan igual. Se conectan con quien quiere, allá donde van. Están frente a frente, en una terraza en cualquier bar. Dos personas que ni se miran, que tristeza me da…
Pero… aquí no. Este mortal… es singular.
Para empezar, no disturba su realidad. No hay nada sobre su mesa, ni distracciones, ni problemas. Solo una taza caliente, con un café humeante.
Alza la vista y mira hacia los demás. Vuelva sobre ellos, los observa y analiza. Se fija en sus iguales. Un nuevo personaje entra en juego cuando baja la mirada y busca algo. Extrae una final pluma de metal, un brillo tintinea en su montura. Coge un folio y perfila, poco a poco esos perfiles. Copia y pega sin problemas, a todas esas almas pacientes que leen y hablan en las mesas. Sin saberlo, me he dado cuenta, de que no estoy solo en el lugar. No acostumbro a pasar por alto lo que ocurre a mi alrededor. Pero, claro, es tan distinto….
Hay personas en las mesas; muchas en unas, pocas en otras. Hablan, pero no gritan. Dicen cosas, sin dar voces. No se les oye, pero ellos se escuchan Uno lee un grueso tomo, a la calidad luz amarillenta.
Vuelvo al joven que alimenta su libreta con palabras, esbozando poco a poco un mapa de este escenario. Lo define sin tapujos, sin problemas ni metáforas. No se pierde en florituras.
De pronto siento miedo. Lo miro y el me mira. Me cruza un pensamiento y digo:
“tengo miedo de la gente que solo se sienta, observa y piensa, porque son de los pocos que quedan con algo de conciencia.”
El me lee y me transcribe.
Acerco la vista a su folio y me veo reflejado. Está contando lo que estoy contando, está escribiendo esta breve historia. Me siento como en casa. Yo, el silencio; el lejano y el temido, aquí me siento simplemente… El Cercano.