Este sábado pasado salimos de viaje. La verdad es que cogimos el coche temprano rumbo al extranjero. Creía que era corto el trayecto pero miré al cuentakilómetros y me asusté un poco, 95.000Km marcaba, así no me extraña que acusara algo el cansancio.
Al fin llegamos a nuestro destino y como en el hotel no disponíamos de la habitación hasta las 14:00H aún nos fuimos de compras un par de horas. Eran las dos cuando entramos en el vestíbulo tras haber contemplado a la entrada el lugar magníficamente cuidado dedicado a piscina y jardín, donde pensábamos descansar unas horitas al sol y de buena lectura, hasta media tarde en que saldríamos a pasear la ciudad. Un plan que ya se podía saborear previamente. Deseando subir a la habitación para cambiarnos y al primer chapuzón.
Pues bien, entramos y pedí la habitación reservada a mi nombre. La recepcionista que nos atendió me preguntó por el localizador de la misma pues no encontraba mi nombre. Bien, a veces puede ser que en el extranjero, el extranjero extranjero y no ningún otro que quiere serlo pero no lo es, puede que no lean bien el nombre o cualquier cosa producto del cambio de idioma. Saqué el ordenador de la maleta y encontré el correo que me indicaba ese número de reserva. Pues tampoco. Déjemelo ver, por favor, me pidió la amable señorita. ¡Ah, la reserva la hizo usted para dentro de un mes! La cara de gilipollas que se me debió poner no debía ser distinta a la sensación que barrió mi cuerpo de decepción, porque el hotel de cinco estrellas estaba completo y mi acompañante, amante esposa, estaba tan deseosa como yo de relajarse en la piscina para aliviar los calores del mediodía.
En fin, dos llamadas a otros tantos hoteles con piscina y nada, todo completo, así que menos mal que el extranjero del que hablo es Portugal, la ciudad es Braga, y que en una hora se está en Playa América, porque así la decisión no fue difícil, máxime estando allí de fin de semana nuestra nieta Naia, con quien se disfruta continuamente.
El fin de semana varió el plan sobre la marcha pero no podemos decir aquí que no se cumpla el refrán “no hay mal que por bien no venga”, pues mereció la pena. Lo pasamos genial. Y el cuadro de hoy (ver fotografía) es como si te pintaran la vida, sin sol pero con un color de descanso eterno en la tierra. Lo que sí aprendí del despiste de la reserva en que en todo hay que repasar para no meter la pata. Braga seguirá ahí para ser visitada próximamente, inlsuo mejor de lo que esperaba hacerlo este fin de semana, pues no me perderé ir hasta Sao Martinho de Anta en el distrito de Vila Real para conocer el centro de interpretación del gran escritor Miguel Torga, nacido allí, y la lectura que llevaré será sus Diarios.