La noche de San Juan y Moledo
Fuimos a Playa América y después de la noche vino la realidad, mierda, mierda y mierda. Yo no sé por qué tiene que estar reñida la diversión con la urbanidad y la educación. Sí lo sé, la falta de educación es consecuencia de una carencia colectiva que comienza en la familia y sigue en el colegio, con discursos muy modernos donde los padres son amigos del hijo o los profesores sus colegas en lugar de padres y educadores exigentes con el mejor desarrollo del joven con las formas y el fondo. Hemos visto en estos días al presidente de la República francesa Macron amonestar educadamente a un jovencito por llamarle Manu como si fuera su amigo o compañero de juegos; a algunos no le habrá gustado el detalle pero a otros les parece necesario recuperar el papel de la mayoría de edad y su responsabilidad frente a los pequeños. Pues bien, hoy bajo la excusa de ensalzar tradiciones y leyendas, mitos y cultura, se modifican comportamientos en tales manifestaciones pero que a nadie preocupan. La noche de San Juan es una de ellas. Aquí vale todo, los más jóvenes saltan las hogueras como saltan las mínimas normas de educación e higiene, dejando tras de sí tras esa noche un panorama que es barrido con una legión de limpieza contratada por el municipio de que trate. Y aquí no ha pasado nada. En Playa América, donde está tomada la fotografía, he visto mear en plena acera al paso de los viandantes, a otro lo vi apoyado sobre un murete porque no podía ya con la borrachera asistido de ‘aquela maneira’ por los amiguetes que estaban esperando a ver si caía de una vez o podían continuar la fiesta, no les fuese a cortar el rollo. Vi hacer toperas con palas de obra horadando la arena para hacer cada grupo su hoguera. Vi cruzar por las dunas acotadas para preservar la flora sin importar pisar lo que se ponga por delante. Vi, o debería decir mejor escuché, a grupos con altavoces que parecían de orquesta rapeando su inconformismo y rebeldía a plazos designados por el calendario y acotados por la licencia permisiva del teórico opresor. Hasta luces de discoteca se encienden en la noche para un chunda-chunda que mejor coloque. A nadie le importa el sesgo de gran botellón en que se convirtió el San Juan ni los propósitos ancestrales de espantar malos espíritus o darle fuerza al sol (que, por cierto, a este verano le vendría muy bien), y todo se justifica con la fiesta masiva y con la limpieza posterior de la playa. Pero yo solo me pregunto una cosa, no podríamos celebrar las hogueras sin molestar a quien no las celebra y recogiendo después la basura que generemos y, por supuesto, sin necesidad imperiosa de darle al bebercio porque si no uno no es tan chulo. Pues va a ser que no; por eso, al día siguiente, los ecologistas que regañan por ejemplo al fumador que deja su colilla enterrada en la arena, ni asoman la patita ni se quejan de lo queda al pasar el tractor y la excavadora removiendo la arena de las toperas.
TaTaTaca
TaTa nos organizó. Pero no como Asociación, como informó el Faro de Vigo, pues seguro que si le preguntamos a cada uno de los que fueron en procesión a llevar La Pierneta a donde se llevó, seguro que cada uno cree cosa distinta de TaTa. Tampoco el acto de La Pierneta al Parque de San Lázaro trató de hacerse eco de nadie ni nada en particular y de todo en general (aunque contra la corrupción hay que estar siempre, sin o con Pierneta), como informó el mismo Faro que sin duda oyó campanas cerca pero no lo suficientemente cercanas. El acto de la Pierneta fue ideado, eso sí, por el movimiento TaTa, que no se sabe muy bien qué es y en qué consiste, pero sí al menos tiene ganas de jugar un poco en la ciudad donde hay gente que confunde ruido, fuegos artificiales y espectáculos varios con divertimento con valiosa cultura, de esa que exige siempre esfuerzo y no culturetas de medio pelo. TaTa sí quiere jugar, pues, y La Pierneta estaba donde tenía que estar para convertirse en símbolo artístico conveniente al primer juego callejero que se nos ocurrió. Un acto erótico festivo en consonancia con el padre del tataísmo, “dadaísmo” que tenía en el arte y el amor uno de sus pilares. Lo que sí se puede deducir de La Pierneta en el Parque de San Lázaro es una especie de provocación ligera, muy ligera, sobre la aparición de objetos en la vía pública sin ningún control, como nos tienen acostumbrados en Ourense las 4.500 sillas de terraza hostelera que en su día contabilizó un observador cívico y dejando fuera barrios periféricos, que ya es contar y decir, y que seguro que hoy ya son más. Además, donde se ha colocado La Pierneta sugiere el lugar al que tienen que cambiar ese Carrabouxo escultura al que humillan cada día tapándolo con vulgares sombrillas. Pues nada, arte y amor, con TaTa y la mamá que nos parió.
Hay imágenes que recorren las redes y nosotros vamos a hacernos eco de algunas para dejar constancia por donde van los tiros, las costumbres, los prejuicios, etc., la vida misma, aunque cree polémica. Así puede acontecer con la fotografía de esta socorrista de Gijón a la que alguien le puso el pie de foto siguiente: “Alarma en Gijón: 10 paisano ahogaos en lo que va de mañana. Alguno hasta 2 y 3 veces”.