A punto de salir al encuentro del camino me pregunto el paisaje que resonará mi tipo de ritmo del pensar, y si poseeré hoy, aunque solo sea hoy, ese don de deambular tranquilamente (saunterer) que decía el escritor en el arte de Caminar. Vamos allá. A As Pontes. El punto kilométrico 205 del camino permanece bien señalado en el suelo del asfalto. Tomamos, como de costumbre un café antes de emprender la marcha, en un bar llamado El Encanto, sin ningún encanto, sin ninguna galleta compañera, a precio de cafetería de primera en gran ciudad. Recorremos As Pontes hacia el norte, una villa importante que nos llama la atención por bien ordenada, limpia y urbanizada. Al cabo de diez minutos, ya dejando las últimas casas a nuestras espaldas llega un coche de la policía local a nuestra altura y se detiene; baja la pareja y nos interrogan sobre qué hacemos pues los han llamado por vernos dejar unas manchas naranjas en algunos elementos urbanos. Informamos sobre el camino, su potencialidad para descubrirlo al mundo entero, el valor histórico y cultural del mismo, bla, bla, bla, y los amables, ella aún más que él, policías simplemente nos advierten que deberíamos haber informado al concello de que esas manchas que estamos haciendo son provisionales y se conforman con mi nombre y teléfono, por si las moscas, por si hay que ir a limpiarlas antes de que nos den tiempo a colocar nuestra señalización pertinente. Nos adentramos ya en plena naturaleza, pendiente arriba, enlazando más arriba y sigue pendiente arriba el camino hasta el Caxato, primer punto de referencia en esta jornada. Kilómetros ascendiendo me trajeron el recuerdo aquél ánimo dado por un paisano hace años cuando con un grupo de amigos íbamos subiendo hacia San Esteban de Ribas del Sil y le preguntamos cuánto nos quedaba y el hombre respondió: “vaivos chegar”. Dos palabras y lo dijo todo. Sensación parecida comencé a sentir si bien por ese engaño de la mente que supone anticipar miedo a lo desconocido, miedo a que fuese más pendiente todavía lo que nos restaba de lo que ya habíamos recorrido. Ya en la máxima altura de la jornada se levantan molinos de viento que mas que gigantes parecen extraterrestres metiendo un ruido en el cuerpo que junto a la voz de Eolo soplando tan fuerte te obliga a tapar bien los oídos, por si las moscas o sirenas. Ya la mitad del camino está hecha. Aquí todo por carretera, y bien indicados los kilómetros uno a uno, no puedes recitar el poema de Wordscorth: “¿a dónde iré/ por carretera o camino, o campo a través/ monte arriba o monte abajo, o dejaré que algo/ flotando en el río me indique el camino?; no, porque ni camino ni campo a través, ni arriba abajo. Avanzamos hacia A Faladoira, punto de llegada y de fotografía , donde se divisa d’Insua. Dos casas en total, otra abandonada que debió ser bar de cruce de caminos, y paisaje de sierra que se extiende con bosques de molinos como nunca había visto plantados en líneas cual los eucaliptos que en un tramo primero volvíamos a ver invadiendo el lugar de los pinos. Esperamos media hora por un taxi y de vuelta. Hasta el próximo lunes.
A caminar
Comparte esta noticia:
Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp
Email
Imprimir